Columna "DESDE EL CUARTO DE GUERRA".
Por Rafael Quiroz Corona, Consultor en Comunicación e imagen pública.
Andrés Manuel López Obrador se registró por tercera vez consecutiva como candidato a Presidente de la República.
La primera vez lo hizo en 2006 encabezando la coalición "Por el Bien de Todos"; la segunda en el 2012 por el Movimiento Progresista; y en este 2018 contenderá por MORENA.
Una carrera presidencial resilente de más de doce años que lo ha convertido en el candidato opositor que representa el animo antisistema de los mexicanos.
Ha sido un constante crítico de la Mafia del poder en la que engloba lo mismo a priístas que panistas pero también a sus otrora aliados del PRD y demás partidos o grupos políticos que son ajenos a su proyecto.
Este 12 de diciembre, fecha emblemática para los mexicanos, acudió a su registro oficial ante el Movimiento que el mismo creo.
Según las encuestas del último año, iniciará el proceso electoral como el puntero de la contienda y el mejor posicionado en el ánimo de los mexicanos.
Aunque ya sabemos que esta ventaja de poco o nada le ha servido en otras ocasiones, pero en esta ocasión podríamos hablar de alianzas y simpatías con otros sectores poblacionales que no tuvo en procesos anteriores.
Vendrá nuevamente una prueba difícil de superar en la que tendrá que mantener esa tendencia frente a los ataques de sus opositores y sobre todo construir un ejército electoral que sea capaz de contener la operación política del sistema que hará todo lo posible y hasta lo imposible para impedir su llegada a Los Pinos.
Su mayor mérito es que a pesar de todas las campañas en su contra dejó de ser aquel Peligro de México con el que fue etiquetado en la campaña de 2012, para reposicionar su imagen y convertirse en el candidato de la esperanza.
Su liderazgo es predominante en la Ciudad de México y su zona metropolitana, y dominante en todo el sur de nuestro país, sin embargo el norte parece impenetrable para su causa.
La presencia de su nuevo partido ha sido automática porque como nueva fuerza política de inmediato puso de cabeza a las fuerzas políticas predominantes en estados como Veracruz y el Estado de México donde con candidatos prácticamente desconocidos dio la pelea y por muy poca diferencia no se hizo de las respectivas gubernaturas.
Su principal defecto ha sido no definir candidatos competitivos y capaces de robustecer la presencia de Morena para lograr convertirlo en una fuerza política sólida más allá de su caudillo.
La postulación de López Obrador a diferencia de los otros candidatos era un hecho consumado desde hace mucho y no fue sorpresa para nadie.
Lo interesante será ver la capacidad de AMLO y sus seguidores de crear durante la campaña que se avecina una fórmula nueva que consolide su voto y lo comprometa a ir a las urnas.
Por lo visto será una elección con tres contendientes competitivos aderezada con uno o dos independientes (el primero de ellos parece ser que será el Bronco y probablemente también Margarita Zavala).
Este hecho cambia notablemente la ecuación de la elección porque las opciones de voto se concentrarán en 3 fuerzas, y harán que los cálculos estratégicos tengan que ser más precisos.
Para López Obrador este escenario es de alto riesgo porque a diferencia de sus opositores prácticamente ha alcanzado su techo de posicionamiento y de intención de voto por los que sus márgenes de maniobra serán menores.
Sin embargo tiene a su favor todo el voto de rechazo y descontento que prevalece entre los mexicanos quienes están decepcionados de quienes los han gobernado durante los últimos gobiernos.
Veremos si en esta ocasión la Morena le hace el milagro a Andrés Manuel López Obrador y lo convierte finalmente en el Presidente, no sólo legítimo sino constitucional, de México.
En la opinión de Rafa Quiróz
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