Quizás esa palabra no nos produzca ninguna sensación y ni siquiera sea romántica, pero es lo que nos ocurre cada vez que experimentamos el amor. El término limerencia trata de explicar cuáles son las emociones y pensamientos que aparecen de forma involuntaria e inconsciente al momento de enamorarnos.
Dorothy Tennov fue la primera psicóloga en ponerle nombre a lo que nos sucede cuando “cupido nos da un flechazo” en su libro “Love and Limerence: the experience of being in love” (amor y limerencia, la experiencia de enamorarse) y de ello te hablaremos en este artículo.
Limerencia: las señales del amor
La limerencia es el estado inicial que atraviesa una persona al encontrar el amor. Es decir, de qué manera actúa, cómo habla y qué siente en ese momento tan hermoso que muchos comparan con “estar en las nubes”. La idealización del otro, la dicha inexplicable, las ganas de estar con el ser amado o la falta de percepción del peligro son todos síntomas de la limerencia.
Esta especie de “síndrome” desparece a los pocos meses de comenzada la relación, aunque en algunas personas continua in eternum y se convierte en una patología. Esto es así, porque estos efectos de entrega total, esta excitación constante al final termina dejando grandes repercusiones en la vida cotidiana.
La diferencia entre la limerencia y el amor es simple. La limerencia funciona por sus propios medios y no requiere de ningún esfuerzo para lograrla. Lo único que debemos hacer es dejarnos llevar por esas promesas de amor para siempre.
En el caso del vínculo amoroso, este sí requiere algo de nuestra parte: compromiso, ciertos cuidados y sobre todo trabajo diario. Por ello es que muchos quieren pasarse la vida en estado de enamoramiento y nunca pasar a una relación seria.
La limerencia o “perder la cabeza por amor”
Básicamente eso es lo que nos sucede cuando nos enamoramos o contactamos con alguien que nos atrae mucho. La agitación de la respiración, la velocidad aumentada de los latidos del corazón y las mariposas que vuelan en el estómago forman parte de un proceso más que hermoso y por el que todos hemos pasado alguna vez.
El amor nos puede llevar a cometer muchas locuras, algunas de ellas inofensivas, pero otras perjudiciales e irreversibles. Pensemos por ejemplo en la historia de Romeo y Julieta. Los jóvenes prefirieron morir antes de estar separados. Perder la cabeza por amor es no tomar decisiones acertadas o pensar con claridad.
Las hormonas están agitadas, transpiramos a mares, decimos incoherencias o nos ruborizamos. ¡Es tan lindo sentirse así! Sin embargo para todo hay un freno y no podemos pretender que esas sensaciones nos gobiernen por años.
La limerencia puede convertirse en obsesión en un abrir y cerrar de ojos. No está estipulado cuánto tiempo dura el enamoramiento inicial pero se estima que a lo sumo es de un año. Lo que sucede después ya es irregular y vale la pena analizarlo.
La limerencia y el amor no correspondido
Seguro has visto películas donde el protagonista se vuelve loco al no conseguir la aceptación de la persona amada y hace lo posible para retenerla a su lado u obligarla a que se enamore de él. Más allá de la trama ficticia de la historia, son muchos los casos en que la limerencia se convierte en una especie de adicción de la que es difícil escapar.
Esto suele suceder en aquellos que no son correspondidos en el amor. Enamorarse de alguien casado, de un amigo o de un actor de cine puede tener consecuencias graves para la salud mental y derivar en una enfermedad que no permite llevar una vida normal. Cuando el enamoramiento solo se da en una de las personas las consecuencias pueden ser nefastas. En este caso, perder la cabeza por amor se vuelve un flagelo y no algo lindo por lo que atravesar y disfrutar.
De la limerencia al amor
La primera etapa es vital para luego mantener una relación a largo plazo. Sin el enamoramiento no habría parejas que se amen a pesar de todo. No siempre resultan las relaciones donde la limerencia ha sido tan intensa pero, en su justa medida, es una experiencia hermosa y sobre todo enriquecedora.
El amor va más allá del nudo en el estómago o las palpitaciones. Es compartir, tener sueños, dar y recibir, convivir y conocerse. El príncipe azul y las doncellas indefensas hay que dejarlos para los cuentos. En la vida real el tiempo, la dedicación y la atención son los ingredientes necesarios para una pareja feliz y plena.
El enamoramiento suele ser ciego, sordo y mudo. Mientras que el amor nos ayuda a analizar, a tener una perspectiva diferente, a pensar un poco más. Durante la limerencia los impulsos biológicos y emocionales no le dan permiso a los mentales para expresarse. Cuando la pareja ya está formada, los sentimientos pueden explicarse con facilidad y la comunicación parte del conocimiento mutuo.
Por supuesto que es hermoso estar enamorado, pero más bonito aún es compartir la vida con esa persona especial. Dejemos la locura del enamoramiento para los primeros tiempos y para las novelas románticas. Vivamos un amor sano, puro y real que nos acompañe hasta el fin de nuestros días.
Información:lamenteesmaravillosa.com