El país experimenta ya las batallas preliminares del proceso electoral del 2024. Que alguien le avise a la oposición que todo cuanto ocurra será parte de un guión diseñado para asegurarle el triunfo a MORENA en las próximas elecciones. Analicemos lo ocurrido en los últimos días.
La consulta de revocación de mandato solo consiguió la participación del 18 por ciento de la lista nominal y un 16 por ciento de esos se manifestó por la permanencia del presidente López Obrador. Mientras 76 millones nos quedamos en nuestras casas e ignoramos la convocatoria a votar en la consulta, el oficialismo obtuvo 15 millones, la mitad de los votos de 2018 y 7 millones menos de los que obtuvieron en 2021. El resultado no alcanzó para hacer vinculante a la consulta y tampoco le permitió subirse a un tren de campaña política, el espacio natural y en el que se siente más cómodo Andrés Manuel, el de candidato.
Una semana después se votó en la Cámara de Diputados la reforma constitucional al sector energético que envió el Ejecutivo Federal. La decisión del propio Ejecutivo fue cancelar las negociaciones al texto de la reforma y al grito de todo o nada, el proyecto llegó al pleno sin cambiarle una coma al documento original. El resultado fue la derrota de la política y por supuesto de cualquier posibilidad de alcanzar el voto de dos tercios de los diputados.
Las consecuencias de ambas derrotas fue la radicalización del oficialismo cuatroteista.
Hoy los diputados de oposición son calificados como traidores a la patria y expuestos a un linchamiento público. Un exceso de proporciones no vistas en México, ilegal y surrealista. Pero la reacción de la oposición panista de lanzar una campaña calificando también de traidor a la patria al presidente López Obrador, es tanto o más surrealista, además de absurda e inútil.
MORENA y López Obrador son campeones en las peleas de barrio. En el rincón de la polarización siempre ganan porque establecen el escenario maniqueo en el que manipulan la percepción del pueblo bueno e ignorante. Utilizan ese telón de fondo para contar el cuento de que ellos defienden a los despojados, a los pobres y los indefensos, se pintan a sí mismos como defensores de la soberanía nacional, como si tal cosa fuera la virtud de una doncella. Y claro que el héroe del cuento es AMLO, presentado como un líder que pelea siempre aunque no gane nada.
La oposición ha hecho muy poco en los primeros años de este gobierno, hizo lo correcto. El cuento que narran MORENA y AMLO necesita de un antagonista, si ese enemigo se sube al escenario, se fortalece la narrativa y fortalece a quien la cuenta. Una virtud política de la oposición fue saber elegir sus batallas frente al gobierno. Sin pelea la retórica oficial se pierde en el vacío. Gracias a que la oposición no se subió a hacer campaña en la consulta revocatoria, más del 80 por ciento de los mexicanos la ignoramos. Gracias a que la oposición se mantuvo unida y fue fiel al mandato de quienes votaron por ella, lograron impedir que prosperara una reforma constitucional tóxica.
El oficialismo no tiene alternativa más que polarizar. Ante la carencia de resultados que mostrarle a los electores, solo tiene pretextos y para que valgan, debe cargarle al antagonista las culpas de todos los problemas del país. La estrategia es hacer parecer a la oposición débil y moralmente derrotada, por eso el linchamiento público. De momento le funciona.
Pongamos el escenario actual de este modo: la cuatroté pierde en la política real pero se mantiene ganadora en la política ficción. Otra vez, no importan los resultados ni la realidad, lo que importa es el relato que prevalece en la percepción social. Por esa razón el presidente López Obrador recuperó algunos puntos de aprobación después de sus derrotas de abril. Es la administración de la posverdad lo que mantiene fuerte al régimen en este mundo de percepciones líquidas.
El control de la posverdad que ejercen el presidente y su movimiento lo sostienen 3 pilares: la mañanera, las redes sociales y las televisoras.
La mañanera es un poderoso instrumento para modular la discusión pública. Sin periodistas que cuestionen seriamente al presidente, es la tribuna desde la cual puede contestar ataques, desviar la atención mediante cortinas de humo o poner temas en la agenda pública con su narrativa. Sin periodistas profesionales y serios que lo confronten, el mensaje se emite íntegro desde donde se replica a través de múltiples plataformas de comunicación, todos los días.
La naturaleza de las redes sociales mantiene un cerco sobre el amplio segmento de la población que, sin cultura política ni capacidad de análisis, es bombardeado con la narrativa oficial y el discurso de odio hacia “los de arriba”. Cuando hablo de la naturaleza de las redes sociales me refiero al algoritmo que fue programado para repetir los mensajes que captan la atención de sus usuarios. El propio algoritmo impide que ese segmento de simpatizantes del gobierno se entere de la realidad fuera del discurso oficial. A esos muros de Facebook no llega Loret, ni Brozo, ni Chumel o Aristegui.
A pesar de que la televisión ha perdido influencia, sigue siendo el instrumento de comunicación más poderoso e influyente sobre las masas. Mientras TELEVISA, TV AZTECA e IMAGEN sean alfiles controlados por el gobierno, ninguno de sus periodistas ni noticiarios llevarán notas incómodas al régimen. Hace años que no veo hacer periodismo de verdad a Denise Maerker, Javier Alatorre o Paco Zea. Gente como Ciro Gómez Leyva ha tenido que “bajarle” a su perfil de periodista crítico.
El único espejo en el cual ese pueblo bueno puede “ver” la realidad es el que le pone la propaganda gubernamental. Ahí está la fortaleza del régimen, cuenta con los instrumentos para contar la posverdad.
Me llama la atención la estrategia que utilizó Macron en Francia para derrotar a los candidatos populistas Melenchon y Le Pen. En su calidad de presidente en funciones que iba por la reelección, no tenía la posibilidad de presentarse como opción de cambio ante el electorado francés. La estrategia de Macron fue no confrontar a los populistas. Prácticamente hizo campaña sin hacer campaña y ganó ambas rondas electorales. Es claro que México y los mexicanos no somos Francia ni franceses, pero los populismos son idénticos en su naturaleza y podemos aprender de esa experiencia.
Entramos a la etapa más delicada del calendario político, el último tercio del sexenio. La oposición ganó mucho terreno en el segundo tercio, llega con posibilidades de derrotar a MORENA en las próximas elecciones presidenciales. Esa es una posición estratégica que podría perder si cae en la trampa de descalificar e insultar al régimen. La tarea no es sencilla pero hay manera de competir con inteligencia. La clave es construir un discurso estratégico que logre contrastar sin confrontar, dotado con recursos retóricos que le brinden identidad y después de un tiempo logre credibilidad. En futuras entregas hablaré de algunos elementos que podrían integrarse a ese discurso opositor.
Redacción