“Los demagogos sociales emplean las promesas del Estado Benefactor y de la política inflacionaria para seducir a las masas y cuesta advertir a la gente de modo convincente acerca del precio que todos habrán de pagar al final.”
WILHELM RÖPKE
LA PATITA FUE AL MERCADO: Imaginemos, o visualicemos, que los medios oficiales y los de difusión publican y celebran que la inflación de todo el año -según ellos el incremento de los precios- ascendió -según ellos descendió- a la nada significativa cifra del 4.66% durante todo el año -siguen diciendo- del 2023. Ahora visualicemos a Patricia, ama de casa, que sale al mercado, al súper de la quincena, y todo está 20 a 30% más caro que en el ya no tan reciente mes de diciembre. Obviamente, se indigna con la cifra oficial, ella la vive en carne propia, en todos los bienes y en todas partes.
Para todo efecto, la inflación es un número formulado por el INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) y lo expresa como el Indice de Precios al Consumidor (hay otro, al productor, pero hoy nos centramos en el consumo). Si lo revisamos con detenimiento (¿alguien lo hace?) podemos observar que este indicador es bastante selectivo. Es además, un promedio nacional. Incluye más de 12 categorías: Comida, ropa, hospedaje, salud, transporte, comunicaciones, entretenimiento, cultura, restaurante y hoteles, etc., pero excluye artículos demasiado volátiles.
Patricia, y millones de amas de casa saben que el precio de los tomates, el huevo, la carne, el aceite, aumenta hasta un 50%. Los consumidores están al borde del pánico, pero los vendedores de estos productos señalan que, por “X” o “Z” causas, en realidad están demasiadas baratos y aún el precio debería aumentar más. De pronto, nadie entiende y el público se abruma de confusión.
Si el morbo de las redes sociales, la televisión y los sofismas matutinos, el futbol o los premios Oscar se los permiten, trataremos de explicar por qué el índice de precios es superior a la inflación oficial que los debería medir.
INFLACIÓN Y COSTO DE LA VIDA: La inflación un indicador que mide la variación promedio de los precios de 299 productos de una canasta ponderada, es decir, le da a ciertos productos un peso específico mayor que otros de modo que si el jitomate aumenta el 100%, en la ponderación pesa menos que la tortilla, la carne o el limón, que aumentaron menos; además, esta medición no representa el gasto de cada familia, cada familia vive, pues, su propia inflación, la familia que consume más tortillas que pan, resiente más la inflación, eso no aparece en el promedio ponderado.
El INPC que mide la inflación, lo hace a nivel nacional, pero hay productos que no se encuentran disponibles en ciertas regiones. La determinación de la muestra de productos específicos dentro de cada región genera una inflación diferente, incluso por estado, y hasta por municipio.
El número de bienes considerados importa; en la práctica decimos que estamos mejor o peor que la inflación de Estados Unidos -generalmente peor- pero no nos dicen que, para su medición, la Oficina de Estadísticas Laborales del vecino y odiado país, considera un universo de 80 mil artículos para su medición, inadecuada comparación contra los 299 de nuestra canasta, dónde solo 44 artículos tienen un peso específico importante.
Los índices de inflación pueden excluir ciertos bienes o categorías de bienes en su cálculo. La construcción de un índice de inflación implica seleccionar un conjunto representativo de bienes y servicios que se utilizan para medir los cambios en los precios a lo largo del tiempo. Este conjunto de bienes y servicios se conoce como la "cesta de bienes" o "canasta de consumo".
En algunos casos, ciertos bienes pueden excluirse de la canasta de bienes por diversas razones, como la volatilidad extrema de sus precios, su disponibilidad limitada o cambios en la relevancia de esos bienes en los patrones de consumo. Además, la canasta de bienes debe de ajustarse periódicamente para reflejar cambios en los hábitos de consumo y para incluir productos más recientes que se han vuelto más representativos.
La exclusión de ciertos bienes de la canasta puede afectar la precisión del índice de inflación, ya que no reflejará completamente los cambios de precio en esos bienes específicos.
SE ESCUCHA IGUAL, PERO ES DIFERENTE: La comparación con Estados Unidos es ociosa, también, si consideramos que se utilizan diferentes fórmulas (es como equiparar grados Celsius y Fahrenheit). Existen diferentes índices de inflación, cada uno con su propia metodología y canasta de bienes específica. Ejemplos de índices de inflación incluyen el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el Índice de Precios al Productor (IPP). Cada uno de estos índices puede tener en cuenta diferentes categorías de bienes y servicios según sus objetivos y la información disponible.
Como señalamos, el índice empleado en México es un índice basado en ponderaciones. El índice de Laspeyres es un indicador utilizado en el cálculo de índices de precios, especialmente en el ámbito de la economía y las finanzas. Este índice se utiliza para medir el cambio en el costo de un conjunto fijo de bienes y servicios a lo largo del tiempo. Sin embargo, tiene limitaciones que pueden hacer que no refleje completamente el verdadero aumento de los precios en ciertas situaciones.
La principal limitación del índice de Laspeyres es que utiliza las cantidades del periodo base sin ajustarlas por cambios en los patrones de consumo o la introducción de nuevos bienes y servicios. Esto significa que el índice asume que las cantidades consumidas en el periodo base son representativas de los patrones de consumo actuales, lo cual puede no ser el caso en la realidad. Además, alguien determinó, arbitrariamente, qué productos son más importantes que otros. Maniqueísmo puro.
Estados Unidos utiliza otra fórmula, la de Fisher, además de la gran cantidad de bienes que contempla, el índice de Fischer intenta superar algunas de las limitaciones del índice de precios de Laspeyres. Utiliza las cantidades tanto del periodo base como del periodo actual para calcular el índice y, lo más importante, no pondera a algún artículo sobre otro, el precio promedio sí es el precio promedio, en México no, esta fórmula, por cierto muy neoliberal, se adoptó después del sexenio de Miguel de la Madrid y oculta el verdadero aumento de precios, de ahí que los incrementos de sueldos en base al índice de inflación sean un sofisma más. Esto se puede comprender en menos de lo que dura un partido de futbol, pero… parece que solo le interesa a Patricia.
DE FONDO: Robert J. Shiller, premio Nobel de Economía describe con meridiana claridad el fenómeno inflacionario. Su libro “Exuberancia Irracional” (“Irrational Exuberance) examina las burbujas especulativas y de precios y apunta las fallas metodológicas y la necesidad de mejores herramientas estadísticas para medir el aumento de los precios. La inflación nunca baja, sus porcentajes de aumento, a veces.
DE FORMA: En 2018, con un salario mínimo diario, 88.36 pesos, se podían comprar 4.01 kilogramos de jitomate. Con el “salario mínimo histórico” para 2024, se compran 3.7 Kilogramos. La verdadera alza de precios requiere mucha más atención que la de seguir aplicando un índice mentiroso.
DEFORME: El 29 de febrero de este bisiesto 2024 se “inaugurará” otro tramo más del Tren Maya (segunda inauguración de una sola obra). 43 kilómetros de un tramo, el cinco, que en realidad es de 109 kilómetros, o sea que hay que preparar otra “inauguración”. Cifra ridícula comparada con los más de 1,500 kilómetros de recorrido y absurda si sabemos que los tramos 6, 7, otros 509 kilómetros siguen en veremos, aunque ya se haya agotado hasta en casi cinco veces el presupuesto inicial. Ah, cierto, es año electoral…