Julio Ríos
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Con la reanudación de los trabajos Legislativos en el Senado de la República, se retomará la discusión del llamado "Plan B" en materia electoral, con el cual el régimen de la Cuarta Transformación busca reformar varias leyes secundarias y con ello, adelgazar al Instituto Nacional Electoral (INE), con el pretexto de la austeridad franciscana, pero impactando gravemente en la operatividad del organismo.

Dentro de las posibles adecuaciones está el método de designación de los consejeros electorales del INE, una vez que (afortunadamente) no se avaló la idea atroz de que fueran electos por voto popular.

Entre las alternativas, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se refirió a la posible insaculación de los aspirantes. Es decir, un sorteo, para definir quien se queda con esos cargos de Consejero Electoral.

Esto, por supuesto, causa terror debido al infausto antecedente de Morena, con los sorteos de candidaturas para la Cámara de Diputados Federales, conocidas coloquialmente como "Tómbolas" y que en el algunos casos llevaron a las curules, a algunos personajes sin ninguna preparación académica o política, no tampoco arraigo o representatividad con sus electores.

Sin embargo, la insaculación para elegir Consejeros del INE, como tal no es una mala idea, siempre y cuando los elegibles pudieran pasar por un filtro serio. Me refiero a un examen de conocimientos y una minuciosa valoración curricular. En estos nombramientos públicos, la organización Fundar recomienda procesos que se caractericen "por la apertura, claridad, transparencia y participación efectiva de los ciudadanos". Y lo ideal, sería que todo esto se diera en el marco de una Ley de Designaciones Públicas por la que tanto ha pugnado la sociedad civil y que no se ha concretado.

Y precisamente todo eso no existe en México e independientemente del método, lo que siempre se ha privilegiado (antes de la 4T y ahora durante ésta) es el reparto en base a lealtades políticas y compadrazgos.

Si se realizaran exámenes o evaluaciones con indicadores cuantitativos y estos se tomaran realmente en cuenta, los finalistas habrían demostrado tener el conocimiento y la habilidad técnica. Así, si se insaculan (sortean, para no decirlo tan pomposo), minimizas el factor político y llegue quien llegue, dará certeza a la sociedad de su capacidad probada.

Lo malo sería que en la ánfora metan nombres de puro leal al poder en turno y que no sepan de la materia. Ese es el auténtico y gran riesgo que existe si se insaculan estos cargos, ya que Morena y sus aliados tienen la mayoría para filtrar las ternas que terminarán discutiéndose en el Pleno Legislativo.

Pero más allá del método con el cual se designe a los Consejeros Electorales hay un factor que preocupa todavía más: la destrucción del Servicio Profesional Electoral Nacional, creado en 1992 y el cual ha permitido desarrollar una estructura profesional y con los conocimientos técnicos necesarios para planear, organizar, realizar las elecciones y posteriormente procesar los resultados.

La idea del presidente López Obrador y sus huestes de sustituir la base operativa permanente por una temporal, va en contra de este principio de profesionalización. Tener funcionarios contratados solo durante breves temporadas impediría la especialización técnica que ya tienen quienes trabajan en el INE. La idea de contar con permanencia y certeza laboral era blindarlos contra los vaivenes políticos. Y no me refiero a la burocracia dorada de los de arriba, sino a quienes se la rifan día a día en el INE, por ejemplo, para que usted tenga su credencial de elector.

En ese tenor, otra de las propuestas preocupantes del Plan B consiste en reducir a un solo vocal ejecutivo en las Juntas Distritales, para que de manera esquizofrénica se haga cargo de las labores que hoy hacen otros cuatro integrantes.

Actualmente el Vocal Secretario atiende los temas legales y administrativos. El Vocal de Organización se encarga de coordinar el traslado de papeletas, conseguir lugares para instalar las casillas, entre otras acciones de esa índole. El Vocal de Capacitación, como su nombre lo dice, encabeza los trabajos de capacitación de ciudadanos que serán funcionarios de casilla. Y el Vocal del Registro Federal está encargado de revisar que el padrón esté actualizado, por ejemplo para que no voten los muertos y de los trámites de la credencial de elector. De todo eso quieren que se encargue una sola vocalía.

Es así como la idea es arrasar con esta estructura operativa, con todo e institutos locales (mejor conocidos como OPLE'S) si me parece muy preocupante. Y sobre todo porque se pone en vilo el proceso electoral en puerta con la inminente cascada de impugnaciones.

Ante la presentación de acciones de inconstitucionalidad, los cambios legales quedan en pausa mientras peligrosamente se acercará la fecha límite para el arranque del proceso electoral federal 2023-2024. A esto se suma que los trabajadores, con toda razón, van a demandar porque no hay una reforma constitucional de por medio que justifique su remoción.

La insaculación, entonces, en sí no es tan mala idea. El diablo está en los detalles y en este caso entran más bien los elegibles que serán insaculados, que como seguramente lo pretenden en la 4T, sería puro leal “al pueblo” (léase leal a AMLO). Pero insisto, más allá eso, la destrucción de la estructura del INE, eso sí sería una catástrofe.

Entiendo que los altos salarios de los consejeros y algunos altos directivos del INE molestan. Adelante con la reducción de los de arriba, pero sin perjudicar a los trabajadores operativos que sostienen en sus espaldas a un instituto noble que ha sido tristemente empañado por el protagonismo excesivo de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama.
Como en toda operación quirúrgica para sanar al enfermo, se requiere precisión. ¿O acaso si alguien tiene una uña con hongos, se vale cortarle toda la pierna?

Redacción