Durante los años sesenta del siglo pasado, numerosos edificios fueron tomados por artistas plásticos para dejar su impronta en sus paredes, buscaban integrar el arte a los inmuebles públicos, tal como ocurrió en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Suárez” (INNN), al sur de la Ciudad de México, donde la artista francesa Fitzia Mendialdua (1931-2015), junto con el mexicano Guillermo Ceniceros (1939) y el japonés Kiyoshi Takahashi (1925-1994), plasmó murales que reconocen la labor de médicos y cirujanos que ahí laboran.
A más de cinco décadas de haberse inaugurado, el denominado Mural de Fitzia, en el área de radiología del hospital, fue sometido a un proceso de conservación y estabilización por parte restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La obra de 1964, realizada ex profeso por la artista francesa para el INNN, se compone de una técnica mixta (collage sobre fibracel); en la parte central se observa un quirófano con médicos que llevan a cabo una cirugía. La pieza —de 2.90 metros de alto por 6 metros de largo— se complementa con las imágenes de Quetzalcóatl y Tecciztécatl, que aluden al vínculo entre el sol y la luna, elementos de la cosmogonía prehispánica que se integran a la abstracción de las formas que planteó la artista con una gama extensa de la paleta cromática.
En un primer plano se observa el mar agitado con cráneos abstractos en el oleaje, mismos que representan el sufrimiento de los enfermos, pero que alcanzan la plenitud de la salud a través de la ciencia. El mural es una de las pocas piezas en gran formato de la artista gala, quien dedicó toda su trayectoria a realizar collage en formato pequeño.
La restauradora Ana Lizeth Mata Delgado, titular del Seminario Taller de Restauración de Arte Moderno y Contemporáneo (STRAMC) de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) y responsable de la intervención, relató que desde 2010 colaboran con el INNN en la restauración de su patrimonio cultural, cuando intervinieron el mural El hombre y la naturaleza de México, del artista japonés Kiyoshi Takahashi, pero fue hasta 2012 cuando realizaron un primer diagnóstico del Mural de Fitzia.
Gran parte de los daños que desde entonces presentaba la obra se localizaban en la parte inferior, ya que estaba instalada en una zona de paso de las camillas y tránsito de los pacientes. “Hay que estar conscientes que el mural no forma parte de un museo, sino de una institución de salud, cuya función principal es atender a los enfermos. Asimismo, tenía áreas blanquecinas y otras muy sucias con pérdida de capa pictórica.
En 2016, cuando el INNN los convocó para su intervención, se efectuó un nuevo diagnóstico en el que se encontraron capas de suciedad y manchas de ácido oxálico que afectaron principalmente las telas y parte de la capa pictórica.
También se observaban orificios en el centro de la obra, derivados de un montaje posterior al original, así como horadaciones por golpes en la parte inferior que afectaban la estructura de la obra. Había pérdida de telas, desprendimiento de papel y, por tanto, de los estratos pictóricos, por lo que se tomó la decisión de trasladarlo a la ENCRyM para su restauración.
Ana Lizeth Mata precisó que durante el año y cinco meses que duró la restauración, contó con la participación de tres generaciones de estudiantes, dos de la ENCRyM y una de la Escuela de Restauración de Occidente (ECRO), quienes estuvieron de estadía en el STRAMC. Como parte del ejercicio académico colaboraron en el diagnóstico, la propuesta de intervención, la investigación histórica y los procesos de restauración, que incluyeron análisis de materiales, eliminación de suciedad, tratamiento de las telas, fijado del papel, resanes, reintegración cromática, traslado y montaje de la pieza en el INNN.
Entre los exámenes a los que fue sometido el mural para evaluar las afectaciones y corroborar técnica de manufactura, destacan estudios con luz ultra violeta, análisis estratigráficos de la capa pictórica y colorimetría para determinar los cambios antes y después de la intervención.
Al referirse a la técnica de factura, la especialista sostuvo que el Mural de Fitzia se construyó a partir de cinco bastidores de madera de pino sobre los que se clavaron hojas de aglomerado (fibracel), en los que pintó directamente la artista. No presentaba base de preparación ni enlenzados, sino pastas para homogenizar la superficie y disimular las uniones, y aunque fue catalogada únicamente como óleo, en realidad es una técnica mixta con elementos añadidos, como papel, tela (manta de cielo) y aserrín, que sirvieron para generar texturas y distintos efectos plásticos. “Todos esos componentes complejizan la obra al igual que los procesos de conservación”, indicó la experta.
La especialista abundó que los trabajos se centraron en la parte estructural para recuperar el plano que tenía partes muy deformadas, y ante la pérdida de rigidez en el soporte, se colocaron injertos y resanes, además se hizo una limpieza en la que se cuidó no afectar la capa pictórica, la cual presentaba una problemática de disolución y su tratamiento era delicado.
De igual forma, se recolocaron algunos textiles que estaban desprendidos; se intervinieron algunas zonas de papel, se eliminaron las partes blanquecinas, se resanaron los faltantes y se hizo la reintegración cromática.
Una vez intervenido, el mural fue reubicado en el vestíbulo de la Sala de Usos Múltiples del INNN. “Sólo está pendiente una barrera de protección que colocarán las autoridades hospitalarias para que no sufra nuevas afectaciones”, concluyó la restauradora Ana Lizeth Mata Delgado.
Con información de: INAH
Imágen de: INAH