El presidente de la república habla constantemente de que está combatiendo la corrupción. No tengo duda de que lo hace.
“Nuestro querido presidente” dijo que la corrupción se terminaría en México, a partir del 1 de diciembre de 2018. Fecha en que tomó posesión del cargo que ostenta. No tengo duda que esto no ha sucedido. Y tengo la seguridad que nunca sucederá.
Lo he dicho desde hace muchos años. No ha habido un solo día en la historia de la civilización en que no haya habido corrupción. No se puede erradicar, sólo controlar. Y nada más se puede controlar la propia.
México es un país experto en corrupción. Pero en cometerla en todas sus presentaciones. No lo es en el combate, Tampoco en llevar a cabo programas que la prevengan. Eso lo sé de primera mano.
“Nuestro querido Presidente”, dice que el gobierno de la 4T combate la corrupción. Lo que siempre he puesto en duda.
Debido a que la mayoría de la gente no sabe cómo se combate la corrupción, cree lo que “nuestro querido presidente”, dice. Tal vez le creen porque ven la pretendida seguridad con lo que lo dice. El convencimiento que expresa en sus palabras. Pero el hecho de que lo haga así, no indica que sepa o que esté combatiendo la corrupción.
¿Entonces, qué es lo que hace el presidente? Combate los delitos. Que es otra cosa. Entonces lo que no se tolera, son las tranzas, que son el producto de la corrupción. Lo que el pueblo “sabio y bueno”, no alcanza a distinguir.
¿Y entonces, qué es la corrupción? La corrupción es el abuso de poder que se otorga a una persona para beneficio personal. El abuso se presenta en forma de un delito. El que es punible por la ley.
La corrupción es una falta moral, una falla en el carácter de la persona. La corrupción conlleva la idea de aprovechar la oportunidad del momento y enfrenta las consecuencias después.
La corrupción está muy arraigada en los marcos de referencia de los mexicanos. Por eso es una práctica generalizada.
A “nuestro querido presidente”, no le gusta y no está de acuerdo en que se diga que la corrupción es parte de la cultura.
Pero aunque no le guste y no esté de acuerdo, eso no impide que esto sea una realidad. Por dura o desagradable que sea.
En noviembre del 2017, cuando no iniciaba oficialmente la campaña política tuve la oportunidad de charlar a solas con Don Andrés. Me dedicó más de veinte minutos. Tengo las fotos para probarlo. Las que se publican este día en el periódico Hoy, por si alguien lo duda.
En esa ocasión le hablé y le insistí que cambiara su mensaje. Que dejara de decir que la corrupción no era cultural. Pero él es así. Para atrás, ni para agarrar vuelo.
La corrupción se deriva de una decisión personal. Tiene que ver con un deseo desbordado, desmedido, una pasión desordenada. Con la concupiscencia que se anida en el ser interno de la persona.
Hay estudios que indican que el entorno, el contexto, la sociedad, influyen en la corrupción individual. En una palabra, la cultura que le da contexto a la forma como vivimos en el país.
Los mexicanos tenemos índices de corrupción muy altos. El contexto de nuestra cultura lo es. Un “buen contexto” reduce la corrupción.
Parte de esa cultura de la corrupción se debe a que en México la toleramos y hasta hacemos bromas sobre ella.
Transparencia Internacional muestra en sus indicadores que la corrupción está presente en todos los países. Aún quienes están en los primeros sitios de menor corrupción, la tienen. La diferencia está en cuánta es tolerada en esa sociedad.
El informe Mente, Sociedad y Conducta elaborado por el Banco Mundial menciona que en países donde la corrupción es una norma aceptada y no hay castigo ni sanción social para esta conducta, se puede llegar al extremo de que parte de la sociedad no respete e incluso se burle del funcionario honesto.
Y no es que el cerebro de esas personas sea diferente, sino que el contexto lo es.
Pero sin castigo, sin ejemplos y sanción social, la corrupción puede convertirse en norma establecida. En parte de la cultura. Como lo ha sido en México. “Nuestro querido presidente” no lo acepta. Porque políticamente no le conviene y porque tiene fe en el “pueblo bueno y sabio”. Lo que Transparencia Internacional no toma en cuenta para otorgar una medición negativa para México.
Celebro que se esté procesando a las personas cuyos abusos cometidos contra el erario o la gente, han robado, alterado, engañado, maltratado, piden mordida, moche, etc, aprovechando la posición que han tenido. Eso es combatir los delitos, pero no la corrupción en su raíz y más allá.
El programa Pro Integridad Avanza Sin Tranza, es uno que trabaja para combatir la corrupción. Lo hace desde una perspectiva humanista, otorgando las herramientas para que la persona tome una decisión de no participar en corrupción, porque le conviene y porque sabe el daño que ocasiona. Algo que le he comentado al ahora, presidente de todos los mexicanos, para que lo ponga en marcha.
¿Querrá? Ahí El Meollo del Asunto.