“Perdonar no cambiará tu pasado, pero sí te cambiará a ti.”
Tocado Por Un Ángel. Serie de TV.
El perdón es un valor que contiene en sí mismo algunos otros más. El perdón es una válvula de escape para el ser humano. Por medio de él, la persona puede descansar totalmente. Pero también, la falta de perdón es culpable de muchas enfermedades que ésta padece y que son parte de la actualidad que se vive. Estrés. Artritis. Alta presión. Migraña. Úlcera estomacal. Y algunas otras más.
La falta de capacidad de perdonar provoca infartos, corajes, derrames de bilis y mejor me detengo o se me terminará el espacio para escribir del tema. El perdón, el perdonar, es algo más que un “valor”. Es un principio o una herramienta “espiritual” que ha trascendido el tiempo y el espacio. El perdón y su acción, el perdonar, es culpable de más liberaciones de personas que ningún otro acto humano en toda la historia. Así de sencillo.
No hay nada más esclavizador para la gente que la falta de capacidad para perdonar. Quien no perdona es un esclavo. Es prisionera de a quien no perdona. Vive siempre con quien aborrece. No importa a dónde vaya, la persona odiada siempre le acompañará y sólo al perdonarla será liberada. Pierde más quien no perdona una ofensa, que quien fue la causa de la ofensa.
Perdonar consiste en dejar de reclamar el derecho que asistiría a la persona ofendida a vengarse. A una retribución. A dejar de sentir resentimiento o guardar rencor. Para que el perdón sea real y efectivo, debe de ser un acto voluntario de quien perdona. Pero además tiene dos instancias: Interna y externa.
La primera; el perdón debe nacer del alma de la persona que desea perdonar. Es decir, es una decisión meditada, razonada. La que debe llevar al acto de renunciar a la justificación, a la venganza. La segunda, debe ser visible. Ha de verse. Debe notarse. Aquí es donde está El Meollo del Asunto. Muchas personas tienen un gran conflicto interno con esto. Piensan que deberán de reiniciar lo que se haya perdido. Es decir, una relación, una asociación, una amistad, etc. A veces se puede, otras veces ya no es posible.
¿Por qué cuesta tanto esfuerzo perdonar? Porque va en contra del instinto humano. El que demanda satisfacción. El que desea, “ojo por ojo y diente por diente”. Entonces, quien perdona renuncia al derecho que le asistiría a demandar y apelar a la “Ley del Talión”, la que demanda “ojo por ojo, diente por diente”. Ley que esclaviza al ser humano y no le da descanso sino hasta que la venganza por la ofensa ha sido ejercida y a veces, ni así.
Otorgar perdón o perdonar cuesta. Y cuesta mucho trabajo. Por eso no todas las personas tienen o adquieren la capacidad de perdonar. La acción es tan noble que dignifica en gran manera a quien perdona a otra persona. Dignifica tanto, que al perdón se la ha otorgado una calidad y cualidad divina, espiritual. A quien perdona, la de “santo”.
El perdón es un principio reconocido en todo el mundo. Por lo mismo, se le considera dentro de lo que se llama o cataloga como “valores universales”. Ahora, entendamos bien que perdonar no es olvidar. Nadie puede hacerlo. No es una prerrogativa humana. Es divina.
Perdonar es un bálsamo primeramente para quien perdona. Después para quien es perdonado. Que no siempre valora una acción así. Quien perdona se vence a sí mismo. Vence su orgullo. El que le impide perdonar. Y al hacerlo, al otorgar el perdón, pone en acción valores como la generosidad, la madurez, comprensión y tolerancia. Se considera primero uno mismo y entonces, se toman las decisiones pertinentes que sólo una persona madura, a pesar de haber sido ofendida realiza perdonando.
El hecho de matar a una persona, pudiera ser infinitamente menor que el no perdonarla. Lo primero, matar, puede ser producto de un acto momentáneo. Lo segundo, siempre es una decisión del corazón de la persona. Decide no perdonar. Y eso es un asesinato “espiritual”.
Mucho se puede escribir sobre el tema, no sólo del perdón y del perdonar. Puede ser tanto que cansaría al lector y nunca terminaría de hacerlo quien escribe. Pues aparte del principio espiritual, están los mitos. Como el que mencioné antes. El de la capacidad de olvidar la ofensa recibida. Al perdona se renuncia sólo al hecho de venganza. La ofensa jamás se olvidará. Sólo la forma de recordarla y la acción posterior es lo que cambia. Y esto hace toda la diferencia. Eso es perdonar. De ahí y por ello la gran recomendación cristiana; “como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden… Mt.6:12
El perdón y el perdonar tienen una doble acción. Liberan al ofensor de la culpa; liberta y sublima a quien lo ejerce. Por eso ahí está. El Meollo del Asunto.
Invierno 2016
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