La prensa internacional que revisé simplemente ignoró el discurso del presidente de México ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Algunos de los principales periódicos de Europa y Estados Unidos no incluyeron mención alguna a la intervención de Andrés Manuel López Obrador en sus ediciones del 10 de noviembre de 2021.
La prensa nacional como de costumbre presenta 2 versiones de la misma nota dependiendo de la orientación editorial de cada medio. Unos adulan y exaltan las virtudes del presidente de la República, mientras que otros señalan las inconsistencias, medias verdades e insuficiencias mostradas durante su intervención.
Cada quien podrá tener su percepción del hecho y difícilmente esta columna hará algo para modificarla. La imagen de López Obrador es tan ambivalente que unos le aman y otros le detestan. De ahí que los juicios objetivos tienen poco impacto en la opinión pública. Es más, casi no existen juicios objetivos porque la forma y el fondo del presidente rayan en la ambigüedad sin anclajes ni puntos de referencia sólidos.
El mensaje de ayer martes en la sede de la ONU fue un ejercicio más de la visión obradorista de la realidad, solo que en esta ocasión el diagnóstico pasó del ámbito nacional al mundial. Sí, el cuento que llevamos años escuchando sobre la corrupción en el origen de todos los problemas ahora es la fórmula que explica la desgracia universal. No podía faltar la mención al enemigo común del régimen, el neoliberalismo, como cómplice ideológico de la catástrofe y socio de toda clase de abusos: la desigualdad social, la delincuencia, el crimen organizado, la migración, el deterioro del medio ambiente, la explotación de los recursos naturales, y un largo etcétera.
Luego vino la alabanza a los programas de su gobierno. Presentó la quinta esencia de las políticas públicas para sacar a México y al mundo de sus crisis. El mismo relato que escuchamos en la mañanera condensado en un discurso. Una larga lista de buenas intenciones sin ofrecer un análisis objetivo de los efectos sociales de los programas instrumentados en su administración. No hubo una sola mención que diera cuenta de un antes y un después, todo fue un relato en tiempo futuro sin exhibir logros o avances mensurables en comparación con el pasado. No los presentó porque no existen ¿Usted cree que alguien como Andrés Manuel López Obrador, el presidente del “tengan pa que aprendan”, dejaría de mencionar en la ONU un logro contundente de sus políticas? Yo tampoco.
Lo que sí hizo el presidente mexicano fue darle lecciones de moral a las Naciones Unidas. “Pienso que estas propuestas deben ser aplicadas por la ONU a fin de ir al fondo de los problemas en los países pobres. Es necesario que el más relevante organismo de la comunidad internacional despierte de su letargo y salga de la rutina, del formalismo, que se reforme y que denuncie y combata la corrupción en el mundo, que luche contra la desigualdad y el malestar social que cunden en el planeta.” No conforme con indicarle al mundo la cuestionable receta mexicana para enfrentar diversas problemáticas, emite un regaño a la ONU al acusarla de vivir aletargada y en el formalismo, sin atender el fondo de los problemas.
Otra vez el mensaje de la superioridad moral de su proyecto político. Él y solo él, y quienes están con él, pueden sentirse después del mensaje ante el Consejo de Seguridad de la ONU, moralmente superiores al resto de las naciones ¿Qué tal?
Luego se puso propositivo. “En los próximos días la representación de México propondrá a la Asamblea General de las Naciones Unidas, un plan mundial de Fraternidad y Bienestar. El objetivo es garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que sobreviven con menos de 2 dólares diarios”. El gobierno de México cree que se puede establecer un estado mundial de fraternidad financiado por 3 fuentes: el cobro de una contribución voluntaria anual del 4 por ciento de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta. Una aportación similar a las mil corporaciones privadas más importantes por su valor en el mercado mundial. Y una contribución del 0.2 por ciento del PIB de los países miembros del Grupo de los 20.
La respuesta llegó en la misma sesión del Consejo de Seguridad de la ONU en voz del delegado de Rusia. Claro que el tono del mensaje fue diplomático y cortés pero contundente al señalar que el desarrollo por sí solo no puede garantizar la paz y la paz no necesariamente puede garantizar el desarrollo. “Por eso es importante tener en cuenta los vínculos pero también tener muy presentes las distinciones entre estos dos procesos”. Ya veremos si la propuesta mexicana tiene más éxito en la Asamblea General y en el Consejo Económico y Social de la propia ONU.
En conclusión, la vuelta a Nueva York sirvió para lo mismo que sirve la conferencia mañanera solo que con la ONU de telón de fondo. El presidente le habló a los mexicanos que integran su base electoral. Con la habilidad histriónica que le caracteriza, utilizó los recursos retóricos conocidos para comunicarse con ellos. Los argumentos del diagnóstico fueron exactamente los mismos al igual que las soluciones. Un discurso repetido mil veces, plagado de lugares comunes y de fórmulas simplistas, que se pronuncia en una tribuna de mayor rango no para que fuese aceptado por otras naciones ni para que México se convierta en ejemplo mundial, se hizo así para que el pueblo bueno y sabio pueda entenderlo y sentirse orgulloso de que su presidente es capaz de llevar sus ideales al foro más importante de las Naciones Unidas. Una nueva dosis de atole con el dedo, ésta vez con aroma neoyorquino.
¿Era necesario que López Obrador fuera hasta la sede de la ONU a pronunciar ese mensaje? Sí, era y es estratégico para sus fines electorales. Antes de que se demuestre el fracaso de sus programas asistenciales; antes de que se cuestione que en su gobierno no hay transparencia ni rendición de cuentas y por lo tanto nadie puede saber si la corrupción es menor o mayor que en el pasado; antes de que sigan aumentando los homicidios por la incapacidad de sus políticas y la permisividad mostrada ante las organizaciones criminales; él ya estableció en el imaginario colectivo mexicano que sus acciones de gobierno son tan benéficas que ya están siendo valoradas incluso en la ONU.
Apreciable lectora, lector. Ustedes y yo no somos destinatarios del mensaje del presidente de la República a menos que entre nosotros exista alguien que sea parte de su base electoral. Todo cuanto haga y diga el Licenciado López Obrador, está diseñado para vacunar a ese pueblo bueno de ser infectado por el veneno de la razón.