El presidente está comprometido con México, pero con el México del pasado. Ese país que no abría sus puertas al exterior, que utilizaba energías contaminantes porque no había otra opción y que empleaba el trapiche como mecanismo de producción. Así, persistente desde que llegó al poder, Andrés Manuel ha mostrado que tiene un nivel de interés por el medio ambiente del tamaño de su sensatez. Porque los aerogeneradores afean el paisaje, porque las energías limpias son un sofisma creado por lo sexenios neoliberales, porque la ecología ha sido una fuente de corrupción y no una forma de disminuir la contaminación imperante. Esa es la visión de quien se sienta a gobernar desde sus grandes prejuicios y su ignorancia desbordante sin importarle los datos, sino sus creencias personales; sin voltear a ver la evidencia, sino lo que distraiga y ponga a la opinión pública contenta; sin cuidar el daño que pueda causar, sino el poder cumplir con su nuevo capricho presidencial.
Bajo ese contexto llega la nueva reforma constitucional en materia eléctrica, la cual mina la competitividad, mutila a la comisión encargada de regular, le apuesta a energías que contaminarán, contradice los acuerdos firmados en la esfera internacional e incrementa indiscutiblemente el precio que el consumidor directa o indirectamente pagará. Y es que invocando una supuesta “soberanía energética” con gran influencia ideológica, este gobierno pretende hacer transitar a toda costa esta iniciativa con tinte monopólica, apariencia sucia, carente de rendición de cuentas y con tufo a falta de transparencia.
Sin embargo, la trascendencia de la aprobación o no de esta reforma, rebasa los límites de las repercusiones económicas, pues los efectos en la arena política también se avizoran. Sabiendo que la disidencia no cabe en el imaginario de López Obrador, el presidente amenazó y sentenció a aquellos que se atrevan a ponerle a esta ocurrencia alguna objeción. Calificándolos de traidores a la patria, de no aprobarla, amaga con exhibirlos en su monólogo distractor por la mañana. Afirmándose como un demócrata, se está con él o se está en su contra. Ese es el llamado que ha hecho a la oposición, y sobretodo al partido tricolor. Porque lo que hay en el fondo, es el intento de desaparecer al enemigo a vencer que le quitó el sueño, y la mayoría legislativa, el proceso electoral anterior.
Los coqueteos a este partido no son nuevos, con la intención anunciada de negociar y la entrega de embajadas por portarse bien en las elecciones pasadas, ya anticipaban este intento para lograr la mayoría calificada necesaria dejando a la Alianza Va Por México manca. Así, el Ejecutivo Nacional instó al PRI a decidir entre comportarse expropiadores patriotas como Lázaro o privatizadores desalmados como el expresidente Carlos, pero en realidad el llamado debería ser a estar de lado del pueblo que confió en ellos para forjarse como contrapeso y no con el dictadorzuelo que con amenazas pretende realizar un acuerdo. Su supervivencia, su remisión y el destino del país quedan en sus manos. Ustedes deciden.