Conforme pasan las semanas, los meses y los años, el calendario político se acerca a una nueva elección presidencial. Grandes, enormes sectores de la población, quizá los que más producen en términos económicos y fiscales, esperan el 2024 con ansiedad para cambiar el rumbo del país ¿Y qué hace la oposición, en dónde está que no se le ve? Les diría a esos grupos que los opositores al régimen están haciendo sus cálculos para maximizar ellos sus dividendos, no los del país, ni siquiera los de la oposición como bloque.
Todos los partidos de oposición saben que solos no ganarán las próximas elecciones pero tampoco construyen una vía para ganarlas en bloque. Prevalece un enfoque individualista y marrullero que les impide actuar con una estrategia colectiva.
Cada partido tiene una concepción distinta de las elecciones en función de su historia, de su condición actual y de los intereses personales de sus dirigentes. Esas concepciones les impiden actuar en forma inteligente y coordinada para colocarse en vías de derrotar al régimen. Ignoran o al menos no le dan la importancia que tiene la narrativa oficial, el discurso distorsionador de la realidad como eje articulador de la percepción social y de la construcción de preferencias electorales. Los opositores creen que llegará el día en que se pondrán de acuerdo en el reparto de las candidaturas, tendrán un candidato presidencial y de ahí echarán a andar la maquinaria de comunicación. Cuando eso ocurra MORENA habrá instalado el marco simbólico que necesita para ganarles.
El marco simbólico es aquel que establece los determinantes de la elección, es decir, los aspectos simbólicos que tocarán las fibras de los ciudadanos en el momento en que decidirán su voto. Un determinante es lo que simbolizan los actores para los ciudadanos. Veamos: antes del 2018 AMLO ya había instalado la etiqueta “PRIAN” y la había definido como el poder corrupto al que era preciso derrotar. También había instalado la idea de que él era la única oposición que podía hacer un cambio ante ese poder corrupto. El marco simbólico que instaló reprodujo el viejo relato maniqueo de amigo - enemigo, buenos contra malos, héroe contra villanos, es decir: AMLO contra la corrupción del PRIAN. Ese fue su marco simbólico, simple y efectivo.
Es previsible que el marco simbólico de MORENA en 2024 sea una versión más o menos similar al utilizado en 2018: apelarán a la continuidad del proyecto de AMLO para seguir luchando contra la corrupción del PRIAN. Quizá el relato simbólico también incluya a una heroína que reivindique el liderazgo femenino.
¿Qué hará la oposición para competir en ese marco simbólico, tratará de instalar el suyo o combatirá al de MORENA? Nadie lo sabe, ni ellos. En este momento cada partido opositor tiene su propia estrategia de mensaje.
Por ejemplo, el spot del PRI con la voz aguardientosa de Alejandro Moreno llamando traidores a los de MORENA. Mientras el del PAN ridiculiza el incumplimiento de promesas de campaña y pone de relieve la corrupción del régimen, incluyen en el guión las voces de López Obrador y de Loret de Mola. Movimiento Ciudadano explica que ya no es un partido pequeño porque gobierna Jalisco y Nuevo León. El único partido de oposición que trae un mensaje en positivo y propositivo es el PRD donde habla de las energías renovables que le convienen al país.
Calificar de traidores a los militantes de MORENA solo les recuerda a los ciudadanos que otros también fueron calificados como traidores, ergo todos traicionan. Usar la imagen de AMLO y de Loret de Mola solo polariza y evita que el mensaje logre persuadir a segmentos independientes o indecisos. Hablar de que Movimiento Ciudadano ya creció no necesariamente los coloca en la perspectiva de ganar las elecciones en el 2024. En su conjunto, los mensajes de la oposición les hablan a públicos distintos, con narrativas disfuncionales que solo denotan el interés de agencias de publicidad por satisfacer el ego de sus clientes.
La oposición podría creer que su segmento electoral rechazará el marco simbólico que presente MORENA. Me parece que es una apuesta arriesgada y un tanto ingenua porque el oficialismo cuenta con todos los recursos para incidir en la percepción social. Si la apuesta opositora es primero tener candidato y luego ver qué le dicen a los electores, lo más probable es que les faltarán algunos millones de votos para ganar la presidencia de la República.
La oposición hará bien si comienza a contrastar sin confrontar. Si el oficialismo se vale de la estridencia y la violencia verbal, la oposición debería llamar a la unidad y a la concordia. Si el oficialismo evade la discusión de los problemas que aquejan a la población, los opositores deberían de fomentar el diálogo sobre ellos. Si las políticas del régimen apelan a soluciones del pasado, la oposición debería hablar de alternativas para el futuro. Si el oficialismo promueve un nacionalismo rancio, anacrónico y autoritario, los opositores deberían proponer una visión moderna, fruto de una nación reconciliada con su pasado, democrática y abierta al mundo.
Es difícil competir en contra de la estridencia y la violencia verbal. También cuesta resistirse a la provocación que todos los días lanzan desde las mañaneras. Sin embargo, los ciudadanos comienzan a incomodarse de vivir en constante confrontación y con el tiempo reconocerán y valorarán que la oposición asuma posiciones responsables y pacíficas. Vale la pena que lo intenten juntos, México no aguantará otro sexenio con un gobierno como el actual.