Una madrugada de verano la temperatura era más o menos de unos 30 grados, me dirigí a una tienda de conveniencia a comprar un refrescante jugo de manzana y refugiarme en el aire acondicionado. En el camino me encontré, con minutos de diferencia, a dos mujeres jóvenes que regresaban a su casa, solas. En ese entonces pensé: “ojalá eso pudiera ocurrir en México”.
Por supuesto no fue en Cancún ni Acapulco. Ocurrió en Fukui, Japón, y ya sea porque allá la educación tiene mucho que ver con el honor o que el valemadrismo mexicano es muy arraigado, hacerlo sería bastante arriesgado. En nuestro país parece ser mujer es un delito. Es tan difícil cuando el machismo arraigado y sus actitudes son la mayor debilidad de los hombres.
La reacción de #LadyPlaqueta, a quien un taxista llamó “guapa”, quizás fue exagerado, pero tuvo su punto bueno: llamar la atención sobre un problema tan común, como es el acoso en diversos grados hacia las mujeres. Piropos que terminan en guarradas y palabras soeces, arrimones y tocamientos son cosa cotidiana que se deben soportar.
Los padres de familia tienen que enseñar a sus hijos varones a respetar a las mujeres. El matriarcado es una realidad y es penoso escuchar a las progenitoras que festejen a sus niños o los eduquen sin valores hacia el sexo femenino.
Sólo basta ver en las calles cuántas jóvenes de secundaria salen embarazadas; aunque la responsabilidad es compartida, es menester enseñar a nuestros hijos a cuidarlas, pues de otra manera será difícil disminuir ese tipo de incidencia y evitar que en un futuro se incrementen las familias fragmentadas donde los menores se queden solos y se eduquen a la brava en las calles.
En otros extremos algunas mujeres indican que se sienten agredidas cuando un hombre las mira; en ese caso la ley cívica no menciona algo al respecto, pero hay de miradas a miradas y también puede ser acoso. No es nada halagüeño ser tocado por alguien sin su consentimiento. En mis años mozos recibí nalgadas en la calle por usar pantalón ajustado. Definitivamente no me gustó pero aprendí en ese entonces a conservar el respeto hacia las mujeres, siempre me he conformado con admirar la belleza femenina, pero sobre todo su inteligencia y he tenido la suerte de tener pareja y jefas con un alto coeficiente intelectual.
Es patético conocer casos como el de Los Porkys, en Veracruz, provenientes de familias dineradas pero sin valores, sólo como ejemplo porque hay miles que ni siquiera sabremos de ellos. Otro punto son los celos y la frustración que a muchos hombres descerebrados los orillan a cometer feminicidios. Las mujeres no son objeto ni posesión de alguien.
El mejor antídoto es la educación en casa y el reforzamiento en la escuela. Provenimos de una mujer, que es fuente de vida; ninguna merece ser sobajada ni asesinada.
Pregunta para el diablo
¿Y los hombres que también son acosados?
Imagen de: Contacto Hoy