Vaya fortuna que es tener una cama en donde dormir, un hogar en donde cubrirte del frío, la oportunidad de poder estudiar, una mesa en donde comer y un empleo que te permita comprar alimentos, fortuna que no tiene un migrante.
La caravana representa el inició de una esperanza, paso a paso buscando el sueño americano que llaman muchos o México como una segunda opción, marcados por el rechazo durante el recorrido, acompañados por la incertidumbre de ser descubiertos, por las burlas de algunos y la indiferencia de otros, por el dolor del regreso si algo sale mal o en el peor de los casos encontrarse con la muerte.
La pobreza, la falta de oportunidades en su país, la corrupción, el tráfico de drogas, la violencia, el terrorismo y la guerra, son algunos de los motivos que orillan a un ciudadano a tomar la fuerte decisión de dejar su país, sus costumbres, su familia y adentrarse entonces en el calvario que representa la inestabilidad.
En 2011 y tras la guerra en Siria en donde miles de personas perdieron la vida, el viacrucis migrante comenzó, Sirios e Irakis poco a poco huyendo de la guerra y soñando con llegar a Europa, sin saber el idioma pero si con la ilusión de un futuro mejor, de ya no escuchar los bombardeos por las noches ni el temor de ser alcanzados por las armas químicas, con la ilusión de salvar la vida. Para 2016, muchos de ellos habían muerto en el mar Egeo, había niños también, niños que no conocieron la felicidad de la infancia. Un salvavidas sobre otro, amontonados en un basurero, que serían recordados como “La montaña de la miseria”, que representaba la muerte, el dolor y los sueños truncados que implica la migración.
Biden deja entre abierta la puerta a los Hondureños, quienes muestran un semblante duro, seco y lagrimas en sus rostros, cada uno con su historia, quienes han recorrido kilómetros en medio de además una desgarradora pandemia, quienes se enfrentaron a la discriminación y humillación antes de la llegada del presidente número 46 de los Estados Unidos.
Ser migrante no es por gusto, ser refugiado tampoco lo es. Muchos finales están marcados por la tragedia, ellos, los juzgados, los señalados, los por muchos olvidados, parte de la humanidad que representa que la balanza no está equilibrada y que nos recuerda la desigualdad que existe.