Hubo una vez un candidato que presumía frente a los mexicanos ser una de esas aves que cruzaron el pantano sin manchar su plumaje, aunque pronto se dieron cuenta que era sólo un camuflaje con el que ocultaba ser peor que los de antes. Existió alguna vez un político que le prometió a la población no mentir, no robar y no traicionar, aunque poco a poco con sus acciones los comenzó a defraudar. Tiempo atrás, frente a los ciudadanos, apareció un ganso que les dijo que barrería las escaleras de la corrupción de arriba a abajo, aunque rápido se cansó y tuvo que guardar su pañuelito blanco. Y es que la semana pasada se dio a conocer un informe en el que la Auditoría Superior de la Federación exhibió de cuerpo entero al gobierno de López Obrador. En él, se señalaba una refinería que inició siendo inviable al correr el riesgo de inundación, un costo exorbitante de la cancelación de un aeropuerto muy superior de lo que al inicio se reportó, un programa llamado “Jóvenes Construyendo el Futuro” en el que se le pagó a personas aún después de su defunción, una Guardia Nacional con elementos sin certificación, un Tren Maya con millones de pesos sin aclarar y comunidades indígenas a las cuales fue falso que se les llegó a consultar. Grandes irregularidades e inconsistencias que se deben de explicar, pero que no son las primeras que este gobierno tiene en su historial.
Porque durante estos más de dos años, varios casos de corrupción se han documentado, dejando a quienes integran la supuesta transformación muy mal parados. Manuel Bartlett y sus propiedades, Ana Gabriela Guevara y los desvíos en la Conade, un sector salud con más facturas falsas que medicamentos para los niños con cáncer, Zoé Robledo y los contratos que se le otorgaron a sus cercanos con sobreprecio e incluso a empresas sancionadas por el propio gobierno, los Ackerman y su patrimonio que como académicos es difícil de explicar, la desaparición de lo recuperado por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, el hermano que recibe fajos de dinero cometiendo delito electoral y la prima a la que le dan contratos millonarios en PEMEX sin importar su cercanía con la figura presidencial.
Sin embargo, este gobierno que cuenta con más excusas que mañaneras, que culpa al pasado de sus incompetencias y que tiene siempre otros datos con los cuales imaginarse una realidad que sólo existe en su cabeza, ha tenido el cinismo de salir a negarlo argumentando que no es corrupción, sino una aportación; que no es un delito a perseguir, si se sabe que robó más el PRI; que no es un acto ilegal, sino un error metodológico que el auditor, supuestamente con dolo, llegó a realizar. Creando una versión irreal que resulta bastante perjudicial al generar desconfianza institucional, un peligro para aquellos que llegan a denunciar y el tener que confiar en la palabra de un sólo hombre sin poder objetar.
Lamentablemente, la Auditoría Superior de la Federación, después de escuchar el linchamiento que el Ejecutivo Federal realizó desde Palacio Nacional, decidió echarse para atrás y decir que había sido un error poco inusual. Sorprendente cuando la Auditoría, que ha gozado durante años de buen prestigio y credibilidad, había estado ahí para denunciar, señalar y desmantelar grandes casos de corrupción como lo fueron la Estafa Maestra, la Casa Blanca y los escándalos de Odebrecht. No obstante, hoy a los ciudadanos les ha quedado mal, ya sea porque las piernas le llegaron a temblar o por no revisar antes de publicar; por prestarse a ser cómplice o por llegarse a equivocar; por ser omisa o por haberse dejado manipular. A pesar de la respuesta, es claro que existen inconsistencias, pero queda pendiente cerciorarse de que magnitud son ellas. Por lo pronto, el gobierno puede seguir fingiendo ceguera, pero los ciudadanos ya se dieron cuenta que en la Cuarta Transformación continúa la robadera. Ojalá se los cobren en las urnas.