Es evidente que nos gusta relacionarnos con los demás, que nos quieran, nos cuiden y que compartan parte de su tiempo con nosotros. Sin embargo, sería beneficioso entender que no es una necesidad: la necesidad es la de cuidarnos, querernos y saber ser felices por nosotros mismos.
Realmente nadie es indispensable para que seamos felices ni para poder sentirnos llenos, aunque muchas veces lo creamos. Lo que los demás nos dan, de hecho, es algo voluntario que es más enriquecedor si no se espera: los que quieran estar, estarán y nos cuidarán sin que lo pidamos.
La existencia no admite representantes
Somos únicos e individuales por lo que tenemos emociones, vivencias y formas de interpretar la vida diferentes. Por esta razón, lo que somos y lo que sintamos solo podrá ser regulado por nosotros: si queremos que nos cuiden, por ejemplo, primero tenemos que aprender a cuidarnos.
Decía Bucay que nadie puede crecer por nosotros y no se equivocaba: ninguna persona por mucho que pueda llegar a querernos será capaz de ponerse nuestros zapatos. Las mayores expectativas y los mayores retos es mejor que se planteen en una dirección: hacia dentro.
En este sentido, tenemos por delante un gran número de oportunidades que podemos llegar a aprovechar y multitud de decisiones que tomar. Cuidarnos significa que seremos conscientes de lo que puede pasarnos en cualquier momento y tener la seguridad de que mantener el equilibrio depende de nosotros.
La importancia de cuidarnos para poder cuidar al otro
Incluso cuando perdamos el equilibrio y nos toque remar contra adversidades, tendremos a muchas personas de nuestro lado. Sin embargo, no debemos contar con ello, porque seguramente no estará el número de personas que pensaríamos a priori que iba a estar: faltará alguna que esperábamos y seguro que se suma alguna de manera sorprendente. Así, no podemos calcular la fuerza que nos pueden aportar las personas que nos acompañen, pero sí las nuestras.
A veces, por ejemplo, tenemos que separarnos de alguien y creemos que no podremos salir de ahí: no concebimos la idea de que primero tenemos que estar para nosotros y luego para los demás, por lo que sentimos dependencia. Sin embargo, es solo un espejismo: habremos salido de ahí y nunca nos faltaremos a nosotros mismos.
La autoestima en estos casos es indispensable: creer en nosotros es el primer paso para superar cualquier daño o para disfrutar al máximo de las alegrías que encontramos. Es más, valorarnos y querernos tal y como somos es imprescindible para que los demás también lo hagan.
Los seres queridos nos dan vida, pero vivimos nosotros
Cuando nos cuidamos y nos queremos parece que por inercia nos quieren y nos cuidan: da la sensación de que todo es más fácil y que, al contrario, es mucho más complicado. Lo cierto es que los seres queridos nos dan vida, pero al final de todo estamos solos: solos para hacer con lo que tenemos delante lo que queramos.
El amor, la amistad y la familia nos dan el calor que a veces nos falta y nos apoyan en cualquier circunstancia. Sin embargo, si no hay calor dentro probablemente seguirá habiendo frío. Es útil comprender que el tiempo que se nos da es nuestro, al igual que la decisión de cómo emplearlo es exclusiva e individual.
Por todo lo mencionado es por lo que se titulo al artículo de esta manera: si no me cuido yo, nadie lo hará por mí. Tengo la obligación de cultivar mi yo personal y hacerlo crecer, de realizar sus sueños y superar sus derrotas, de buscar lo que me hace feliz y tomar la decisión de compartirlo con quién me demuestre querer ese privilegio.
Información:lamenteesmaravillosa.com