La persona corrupta vive una mentira. La justifica y la vive. No está satisfecha y mucho menos contenta con la situación que vive. En su interior, se anidan sentimientos encontrados.
Sabe hace mal al participar en corrupción. Pero el orgullo, la envidia han corroído su alma. No tiene más paciencia. Es cuando se desborda la rebeldía y deja escapar la concupiscencia que se ha almacenado por quién sabe cuánto tiempo. Decide mentir, dejar de hablar con la verdad y disfrazar todo a su alrededor.
Tal mentira es producto de su carácter débil. Que se ha debilitado paulatinamente por lo anterior. Ahora tiene costumbre de mentir. Miente compulsivamente. Miente conscientemente. La mentira es su marco de referencia para su diario vivir.
Afirma que la realidad de mentiras que vive a diario, puede ser justificada por la falsedad o la falsificación de resultados que obtiene. Así como por los hechos, eventos y situaciones en las que se ve involucrado. Esto le ocasiona un debilitamiento paulatino de su voluntad ante la vida por los juicios que emite para su persona misma.
La verdad o realidad es insuficiente. La honestidad es al mismo tiempo debilitada en su alma o psique. Se vive por la filosofía de producir primero y justificar después. Lo que provoca el nacimiento de la corrupción endémica en del mundo y por lo mismo sucede en todas las personas que son las que llevan a cabo las acciones corruptas.
Para vencer tal sistema se requiere de desarrollar un carácter fuerte. El que producirá una fuerte convicción para hacer una decisión libre, consciente, meditada, voluntaria que genere hábitos. Solo así puede la persona decir que no, a lo que siempre ha dicho que sí, cuando sabe que debe de haber dicho que no, pero no le es posible.
En el combate a la corrupción se deben de tener respuestas instintivas. No reacciones inmediatas. Para eso hay que prepararse y adelantarse. Saber qué se va a contestar cuando la oportunidad se presente.
El instinto es una respuesta rápida de nuestro cerebro. La desarrolla pensando y poniendo el pensamiento por encima de las emociones.
Eso requiere de una gran determinación y de carácter fuerte.
Combatir la corrupción requiere de más que leyes y normas. De códigos y discursos. Requiere de acciones en conjunto de la sociedad entera. Solo así se podrán bajar los índices de este flagelo. Y mientras no se presenten así, los programas y esfuerzos serán infructuosos. Porque en las leyes que emanan de los congresos, no está El Meollo del Asunto.
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