Escrito por Alejandro Cid
Académico
@alejandrocidmx
Puebla es conocida por ser una ciudad con una sociedad "doble moralista" o de moral a conveniencia. Desde su fundación, los vecinos han sido siempre conocidos unos de otros y al pasar de los años los apellidos de "abolengo" y nombres de personajes, han tenido su lado turbio. Ese lado lleno de historia que solo se conoce y trata en los lavaderos, en el café o en la reunión con las amigas de la "high society" .
Creo que todos los poblanos tenemos algo de ese lado turbio y necesitamos de un lugar para que esa turbiedad salga a relucir. Uno de esos lugares se encuentra muy cerca del conocido Panteón de la Piedad, para ser más específico, en la calle 17 poniente entre las calles 23 y 25 sur de esta ciudad.
Es un recinto que por fuera parece un cine de la época de los 80s, cuyo paso a través del tiempo, parece haberlo perdonado. Un lugar que esconde los más obscuros deseos y fantasías de nuestra sociedad contemporánea. Un lugar del cual esta vez, no trataremos su historia sino las aventuras que ocurren dentro de sus paredes.
Una fachada tipo estadio, una reja y escaleras nos reciben. Una pequeña taquilla con su pasamanos nos hace recordar la fecha en la que fue construido. Un boleto de $35 pesos, para la sala general, si son hombres solos, o un boleto de $100 pesos, para el área de palcos, si son pareja hombre-mujer o un trio mujer-hombre-mujer.
Entramos al cine. Nos corta el boleto un tipo gordo, alto, moreno, el cual parece estar ya muy acostumbrado a la variedad de asistentes que llegan diariamente. Un amplio lobby con apenas un refrigerador de Coca-Cola, medio vacío y una mesa de dulces y cigarros sueltos, con variedad de precios. Eso es lo de menos. No se va a botanear ni a golosinear.
Dos entradas cubiertas con telones negros. Da igual por cuál se acceda, ambas llevan al mismo lugar: la Sala General. Una sala con decenas de butacas viejas, de esas que el tiempo se llevó de otros cines, pero que en éste, han encontrado un refugio para sobrevivir.
¿Quiénes llegan a esta sala? Solo hombres. Las parejas, por seguridad, tienen su lugar especial, del cual trataremos en renglones posteriores. Hombres mayores de 18 años (eso dice el reglamento del cine), que lo mismo llegan "a patín" que en sus Audis, BMW o autos de cualquier marca. El chiste es llegar.
La película que se exhibe, es por lógica de tendencia pornográfica, aunque es lo de menos, porque la mayoría a lo último que va, es a verla.
Esta sala acoge a hombres heterosexuales que van a curiosear, a homosexuales que van a buscar un rato de compañía, a sexoservidores que van a hacer compañía, a travestis que hacen su cambio de ropa dentro de salapara convertirse en "mujeres temporales" y a uno que otro perdido que llega como las moscas a ver que se encuentra.
El persignado lector, ya sabrá que ocurre dentro: Sexo oral, sexo casual, tocamientos, coqueteos, intercambios monetarios a cambio de caricias y besos escondidos. Esos hombres poblanos que en sus trabajos aparentan ser los rudos, los conquistadores y los líderes, dentro de estas paredes se transfiguran y se convierten en ninfas que buscan la autosatisfacción. No es malo. No es pecaminoso. Es una realidad que apena a muchos y que a otros les vale madre. El momento lo vale y el disfrute se da sin importar la edad, la altura, el físico o la clase social.
La Sala General, si pudiera narrarnos sus visiones, nos contaría de muchos hombres que en su interior han encontrado la felicidad que no tienen en casa. Repito, no es malo. ¿Quiénes somos para juzgar?
El área de palcos dista del alcance de muchos de estos hombres. Está destinada a ser más un nido de amor para parejas. Para esas parejas clandestinas, jóvenes, o para aquellas a las que no les alcanzó para un motel de mediana categoría. ¿Quién de nosotros no recuerda cuando de chavos, hasta el aire que respirábamos nos costaba y que para lo último que alcanzaba era para un motel? En fin.
Para llegar a esta área, se tienen que subir unas escaleras que la hacen también de pasarela para los curiosos. Una escalera de más de 45 grados con grandes escalones. Escalones que permiten a la visión de los curiosos, observar que hay bajo las faldas (algunas de ellas diminutas), de muchas mujeres que van desfilando hacía esta zona acompañadas de sus orgullosos hombres. A fin de cuentas, no cualquiera llega a este cine y no cualquier mujer accede a pisarlo. Tabúes.
Dos puertas. Una para el sanitario exclusivo para mujeres y otra que lleva a una nueva experiencia. Un pasillo largo, con un foco que ilumina de color rojo, y que a muchos hacen pensar "Qué hago aquí", y que para otros es el preámbulo de la aventura de ese momento.
Tres palcos. El primero será de 3x3 con apenas 8 butacas. Un barandal de piedra que permite observar, desde arriba, la acción de lo ocurre en la sala general. Una acción que solo por las siluetas, debido a la oscuridad, puede uno entender. Eso pasa abajo. Lo importante está junto a nosotros.
Es viernes, son más de las 18:30 horas. El palco está medio lleno. Parejas sentadas, otras paradas, otras asomándose. La sala es una mezcla de olores corporales, perfumes, lociones y sexo. Mucho sexo.
Parejas que se tocan unas a otras, que se coquetean, que se rozan o que observan a otros tener relaciones. Qué más da. Ya estamos dentro.
El segundo palco es el doble de tamaño del primero. Tiene también un pequeño baño para asearse, hacer pipí o simplemente ir a lavarse las manos. Nunca se sabe qué está uno tocando. El lector espantado dirá: "Qué asco". Yo les contesto: Es más puerco el tubo del transporte público. No debatiremos.
Este segundo palco es solo para parejas que quieren más espacio. Es para esas parejas que quieren disfrutarse solas, o porque no, dos a dos, o tres a tres, pero sin nadie más que los interrumpa. La vista a la sala general esta limitada por un cristal. Se puede ver, pero no los pueden ver debido a los reflejos. Discreción. ¿Se puede en este lugar?
El tercer palco es igual que la tercera base: Cuesta llegar. No porque sea complicado. Sí, porque hay que atravesar por los apenas 30 cms de paso que hay entre butaca y butaca, no sin antes pisar al que está sentado, dar o recibir un rodillazo o mejor aun, una caricia en las nalgas o las de tu acompañante. No es malo. Si vas al mar, seguro encontrarás agua.
He olvidado mencionar que ambas salas están a oscuras. Solo se ve lo que el reflejo de la pantalla y el ojo acostumbrado a la obscuridad, permiten. Las cosas del sexo y del amor, se hacen a media luz.
En el tercer palco la acción es mayor. Hay parejas con trajes de Adán y Eva. Otras con algún disfraz para la ocasión. Las colegialas, los "neglilles" y las telas animal print, son el uniforme del lugar. Calzones, tangas, brasieres, todo colgado de las butacas, cual tendederos de vecindad. Hay que estar atentos de no perder los calzones, aunque ya no los tenga uno puestos.
La visión es similar a la película "El Perfume": hombres, mujeres, tríos, intercambios. Todo es válido para satisfacer al cuerpo. Jadeos, risas, susurros, gemidos, son los sonidos típicos. ¿Querían escuchar oraciones? Este no es el lugar.
La acción corresponde a la de una película pornográfica. ¡Cierto! Hay una película pornográfica en la pantalla, pero nadie la ve. Está mejor lo que sucede en vivo y es más real.
Solo se voltea a la pantalla si es que el sonido de alguna escena, llama la atención. ¿Pues no que era un cine porno?
El cuadro de los tres palcos y las dos salas, corresponde a la realidad de una sociedad que se está abriendo a la sexualidad. En este cine no importa si se es gay, travesti, swinger, infiel, un Don Juan o una ninfa. Importa el aceptarse a uno mismo y sobre todo respetar a los demás y respetar un sí o un no. El lector preguntará: ¿Puede haber respeto en este sitio? Contundentemente puedo decir: SÍ.
Increíble que mejor dentro de este lugar, exista el respeto que no hay fuera. ¿A qué se debe? Está fácil: Aquí dentro, todos cumplimos nuestros obscuros deseos. Esos deseos que más que llamarse oscuros, son parte de la doble moral de los poblanos. Aquí dentro todos somos iguales y no puede existir quien tire la piedra primero.
¡Qué fácil sería si fuera así siempre!
El Cine Teresa, representa entonces, esa parte humana de los poblanos y de la sociedad que hasta hoy ha permanecido como un tabú.
Es un lugar que ha muchos puede no gustarles pero que es necesario para la sociedad en la que vivimos. Tan necesario como un restaurante, una iglesia, un centro comercial o un parque. Un lugar al que puedes o no ir, pero que es parte de Puebla. De esa Puebla oscura que todo llevamos dentro.
Bien dice un dicho: "Puebla lo tiene todo".
-@alejandrocidmx