Con el suicidio, el que decide cegar su vida trata de saldar una cuenta en la familia, ya sea reprochar algo, agredir a alguien o demostrar que perdió el sentido de la existencia, indicó el sociólogo, Víctor Alejandro Payá Porres.
El investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), señaló que todo suicidio comunica algo más que el hecho mismo, pues en el se refleja la historia y los motivos de la persona que se da muerte así como su dinámica familiar o grupal.
En entrevista para la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el especialista dijo que como en todo ritual, lo que no se dice se actúa, por eso no es casual la manera en la que el suicida decide morir.
Por lo que prepara la escena con objetos que van desde álbum de fotografías, actas de nacimiento hasta cuadernos, entre otros, así como fechas y posibles mensajes póstumos.
Al hablar sobre su libro “El don y la palabra”, basado en el análisis de casi 700 expedientes suicidas, proporcionados por el Servicio Médico Forense del Distrito Federal, Payá Porres comentó que había gente que utilizaba el cuerpo para reprochar al otro.
El especialista explicó que algunos postulados criminológicos y psicoanalíticos hablan de que todo suicidio puede ser un homicidio psicológico hacia otra persona.
Es decir: “Yo me daño para dañar a otra persona, pero siempre en un campo en donde la comunicación verbal se apaga y actúa mucho más el cuerpo en esa historia”, enfatizó.
No obstante, indicó que: “el escenario de la vejez y la enfermedad es muy diferente al escenario del reproche y la venganza, y este último, al de la niñez y la adolescencia”.
Expuso que en el caso del escenario del reproche se da sobre todo dentro del grupo cuando hay conflicto o abandono.
“Había personas que se suicidaron el día del aniversario en que se conocieron afectivamente, y lo hacían a veces en el barandal de la exnovia, por ejemplo, dejando una carta póstuma y un legado terrible”, agregó.
Por otro lado, el suicidio adquiere un sentido diferente para el viejo y/o enfermo, pues una persona cuyo cuerpo se convierte en su enemigo por dolor e incapacidad y para quien el abandono juega un papel muy fuerte, está fuera de cualquier tipo de juego del deseo familiar o social.
Por lo que en estos casos no hay ningún anclaje de sentido con respecto a la vida. “No hay nada que lo saque a flote, ni cultural ni deportiva ni de manera afectiva”, expresó el sociólogo.
Payá Porres aseguró que en cuanto al escenario de la niñez y la adolescencia, éste es de arrebato, en él los sujetos los dejan muy carentes de símbolos y palabras para poder interactuar.
“A nosotros nos sorprendía mucho que a veces el pleito (de niños o adolescentes) era porque los mandaban a la tienda y no querían ir, o porque no los dejaban jugar. Pero eso es algo que simplemente cataliza toda una historia de carencias y de falta de comunicación”, abundó.
Respecto al análisis de los expedientes, el investigador detalló que se estudiaron los testimoniales de la familia, la escena del crimen, las cartas póstumas y los peritajes para tratar de ver la relación que existía en estos discursos.
Información:Notimex