En todo el tiempo que ha pasado desde que llegamos al mundo, han ocurrido un sinfín de cosas. Unas buenas y otras no tanto. Llevamos una mochila de experiencias que por mucho que intentemos obviarla, está ahí.
Echamos “mano de ella” cuando queremos volver a recordar las cosas que nos hicieron felices. Para otras no olvidamos, pero intentamos tener una “amnesia selectiva” por el dolor que nos causan. Hay que estar orgulloso de la mochila de cada uno, aunque jamás pensásemos cargar con ella con determinados hechos que quizás a veces nos generen sufrimiento…
Esa mochila tiene más sabiduría sobre ti que cualquier libro y que cualquier opinión. Sabe los demonios que arrastras desde la infancia y las veces que te han hecho daño. Las veces que te has sentido en tu lugar y las veces que has sentido que un lugar era de todo menos el tuyo… Es la mochila de tus vivencias, de tus experiencias más íntimas…
Todas las experiencias conforman lo que eres ahora, y algunas veces te sentirás feliz y en otras profundamente desdichado. En esos momentos de desdicha nuestras heridas se abren, causadas por un daño hacia nuestra persona…
Quizás creíamos que ya solo eran cicatrices, pero en algunas ocasiones vuelven a escocer porque su naturaleza es la de hacernos una llamada de atención, porque quizás ese daño se está reproduciendo otra vez en tu vida.
Por ello, existen numerosas heridas que vamos curando pero que nunca terminan de cicatrizar, para recordarnos que alguien o algo nos las lastima de nuevo y sentimos ese malestar. Algunas de estas heridas son:
La humillación
Somos humillados cuando alguien ataca nuestra dignidad como persona de diversas maneras. Es una forma de denigrarnos como persona, ya sea de forma privada o de forma pública; siendo esta última más dura.
Las consecuencias de sentirte humillado repercuten directamente en la autoestima, la confianza hacia los otros y la ilusión en lo que haces y esperas del mundo. Cuando alguien te humilla sientes como si te hubiera arrebatado algo que te pertenecía a ti y lo ha hecho de la forma más cruel posible.
La humillación puede llevarse a cabo por tu apariencia física, nivel económico, sexo, raza, nivel intelectual, enfermedad, etc. Puede ser un ataque claramente identificable o un trato vejatorio a lo largo de un tiempo determinado. Es una de las situaciones más difíciles de superar por las implicaciones psicológicas que genera en nosotros.
La decepción
Cuando una persona nos decepciona, se nos vienen abajo todas las ilusiones y expectativas que teníamos depositadas en ella y en nuestra relación. Es una mezcla de estupefacción, rabia, sorpresa y pena. Quizás es alguien de nuestra familia, un amigo de la infancia, un compañero de trabajo o simplemente alguien que considerábamos una buena persona incapaz de traicionar ciertos principios, respecto a nosotros o con el mundo en general.
Nos podemos llegar a sentir frustrados por esa decepción e incluso deprimidos, y evidentemente nuestra capacidad para volver a confiar en los demás como antes se verá reducida, incluso eliminada.
La traición
Cuando alguien nos traiciona habitualmente sentimos como todo lo que había dicho que era, por lo que luchaba y sus sentimientos hacia nosotros no solo eran mentira, sino que se caracterizaban por ser totalmente lo contrario.
Normalmente cuando nos traicionan es porque han tomado primero toda nuestra confianza, hemos creído en su palabra hasta el final y creíamos que todas sus acciones eran honestas y sinceras, pero descubrimos que es todo lo contrario.
¿La primera sensación? La incredulidad, luego puede venir la ira, el llanto, el sentimiento de haber hecho el ridículo. Sin embargo, no debemos olvidar que la persona traicionada lo sentirá en el momento y se acordará algunas veces de esta traición; pero la persona que la comete llevará esa losa en su conciencia y su reputación para toda la suya.
No consuela este hecho a veces, pero tenemos que pensar que la bondad se ve normalmente recompensada y la falsedad castigada en algún momento para poder seguir adelante… Sino, piensa y reflexiona sobre ello…
La indiferencia
Muchas personas dicen que lo que más duele es la indiferencia, pero ésta puede ser peor aún cuando va dirigida a una persona que no se lo merece. Ignorar a alguien es no validarlo, hacer como si no existiera y eso duele…
Puede existir una indiferencia planeada para causar daño a otra persona, una indiferencia grupal hacia alguien o algo para causar daño intencionado, o simplemente una actitud que no releva ni rechazo ni acercamiento, una actitud en la que una persona hace caso omiso de todo lo que habla, siente o dice otra persona de su entorno.
Cuando sufrimos de la indiferencia por parte de gente cercana sin que nos den una explicación nos sentimos como si no valiésemos nada, como si no fuéramos dignos de una explicación, una disculpa o un aviso de su cambio de actitud debido a ciertas circunstancias.
La peor forma de ejercer la indiferencia hacia alguien se traduce en la negligencia, por ejemplo los padres que ignoran las necesidades básicas de sus hijos en cuanto comida, cariño o sustento.
La pérdida
No es un daño intencionado, ni algo que sea premeditado como en los casos anteriores. Las personas que amamos no eligen morir para hacernos daño, sin embargo cuando desaparecen del mundo, algo de nuestro mundo desaparece con ellos.
En un mundo en el que a veces es complicado encontrar personas honestas y dispuestas a amar y ser amadas de verdad, cualquier pérdida de una persona con estas características que además ha compartido gran parte de su vida con nosotros, con el cariño y los recuerdos que eso implica, puede ser devastadora.
Aunque lo superemos, hay ciertas heridas que vuelven a doler cuando somos más vulnerables. En cualquier momento de nuestra vida en el que nos sintamos perdidos o tristes, que no sepamos encajar ciertos aspectos de nuestra identidad… el hecho desgarrador de ser conscientes de que nuestro mayor consuelo en esa situación ya no está con nosotros siempre va a resultar duro, por mucho tiempo que haya pasado.
Información:lamenteesmaravillosa.com