¿Te has preguntado alguna vez cómo es el conocimiento emocional o por qué es importante desarrollarlo? El caso es que las emociones existen porque nos aportan una valiosa información, nos ayudan a adaptarnos a los cambios y mejoran nuestra vida social. Sin embargo, ¿sabemos siempre interpretar lo que nos tratan de decir?
Así, para poder sacarles todo el partido es esencial que sepamos identificarlas y darles un significado. De esta manera, conoceremos por qué aparecen y cuál es el sentido de que nos sintamos de una manera o de otra en las diferentes situaciones.
Iniciándonos en el conocimiento emocional
El conocimiento emocional es fundamental para tener una buena Inteligencia Emocional. Implica que contamos con unos criterios que nos van a permitir identificar y diferenciar las emociones, pero no solo en nosotros o en los demás, sino que también entendemos por qué han aparecido y en qué nos pueden ayudar. De esta forma, el conocimiento y la experiencia emocional supone la base para poder regularlas de forma eficaz y que no nos produzcan un malestar excesivo.
Por lo tanto, si tenemos poco desarrollado nuestro conocimiento emocional, las razones que hemos expuesto son los suficientemente valiosas para que intentemos incrementarlo. Entonces, ¿cómo podemos empezar a auto-conocernos emocionalmente?
Para ello, podemos preparar un registro semanal que rellenaremos durante una o dos semanas. En él iremos registrando aquellas emociones que vayamos experimentando a lo largo del día, así como las situaciones en las que han ido apareciendo. De esta manera lo que vamos a conseguir es ponerlas de relieve e iremos tomando consciencia de cuáles son las emociones que predominan. Este registro también hará que nos demos cuenta de que muchas veces experimentamos emociones que son contradictorias.
Para afinar nuestra capacidad de identificación es bueno que nos hagamos una serie de preguntas que tendremos que responder, como “¿Qué emoción era?” o “¿Cómo sé que se trataba de esa emoción?” Así, iremos anotando los datos o indicios que hemos observado y que nos han indicado que era una u otra emoción.
Potenciando nuestro conocimiento emocional
Una vez que hemos incrementado nuestro conocimiento emocional, y que ya sabemos identificar nuestra emociones, es hora de sacarle partido. El objetivo ahora será comprender la función de las emociones y cómo nos incitan a la acción, además de entender que cada uno tenemos unos pensamientos, emociones e intenciones distintos. Es decir, vamos a fomentar este conocimiento emocional en las interacciones sociales.
Para ello, podemos trabajar la comprensión en distintas situaciones, desde aquellas en las que no estamos implicados, como vídeos o historias ajenas a nosotros, hasta conflictos en los que nos hayamos visto envueltos y en los que hayamos sentido ciertas emociones.
Una vez que tengamos claro la emoción y la situación que queremos trabajar, es bueno dividirla en secuencias adaptadas a cómo se fue desarrollando. Para cada una de ellas, así como para los distintos personajes que aparecen tendremos que analizar lo que dicen o hacen, lo que piensan y qué emoción han sentido.
De esta forma, tomaremos conciencia de que las emociones, los pensamientos y las conductas están relacionados. Pero no solo eso, también entenderemos que lo que pensamos y sentimos en distintos momentos no tiene por qué coincidir con lo que piensan y sienten los demás. Por último, vamos a comprender esa función motivacional que mencionábamos antes y que implica que las emociones nos informan y nos activan para buscar lo que necesitamos.
¡No intentes analizar todo el rato tus emociones!
Como todo en esta vida, el conocimiento emocional hay que usarlo en equilibrio. No nos ayuda cuando carecemos de él, pero tampoco cuando estamos constantemente pendientes de nuestras emociones y sensaciones corporales. Por ello, también tenemos que aprender a reducirlo si pasamos a toda emoción que sentimos por este análisis. Sin lo hacemos, corremos el peligro de perder el poder dinámico de las emociones.
“Cambia tu atención y cambiarás tus emociones. Cambia tu emoción y tu atención cambiará de lugar”
-Frederick Dodson-
Para ello, nos vamos a conceder todos los días durante una semana tener media hora para nosotros, durante la cual nos permitiremos pensar sobre aquello que nos inquieta y que no podemos alejar de nuestra mente, así como sentir emociones desagradables sin evitarlas. Este ejercicio no consiste en regodearnos en nuestra desgracia, sino que dejaremos la preocupación constante que inunda toda nuestra jornada para ese espacio acotado en el tiempo.
Así, si a lo largo del día aparece una emoción desagradable, en lugar de darle vueltas a la cabeza sin llegar a ningún lado, la dejaremos pasar hasta que llegue esa media hora estipulada. En ese intervalo de tiempo, nos sentaremos en un lugar de la casa donde no puedan interrumpirnos y programaremos una alarma para que suene pasados esos treinta minutos. Una vez que suene, tendremos que retomar nuestras actividades cotidianas.
Con estos tres ejercicios conseguiremos sacarle partido a nuestro conocimiento emocional, de manera que usemos nuestras emociones para que fomenten nuestro bienestar físico y mental. Es normal sentir emociones negativas, pero es importante aprender a identificarlas para que no aparezcan de forma demasiado frecuente, intensa ni duradera en el tiempo… ¡Potencia tu conocimiento emocional!
Información:lamenetesmaravillosa.com
Imagen: David Jungle