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Lunes, 20 Julio 2015 11:06

Reconstruyen la continuidad de la nobleza Mexica en la Colonia

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Tras la dolorosa caída de México-Tenochtitlan y salvo un periodo de incertidumbre que dio pie al gobierno de los cuauhtlatoque, personajes provenientes de linajes ilegítimos, la noble casta mexica recuperó el gobierno de la antigua ciudad, por lo menos entre 1539 y hasta 1565, según ha podido reconstruir la historiadora María Castañeda de la Paz a través de la búsqueda en archivos.

Invitada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para conversar sobre La nobleza indígena del centro de México, en el siglo XVI, la investigadora comentó que el trabajo filológico que lleva cabo es sumamente laborioso. Los datos provenientes de un legajo y otro le permitieron hilvanar una apasionante historia: la dinastía tenochca barajó sus cartas sobre una mesa que representaba un nuevo sistema político.

“Hay cierta idealización sobre cómo fue la sociedad indígena. En ésta, al igual que en todas las sociedades de la humanidad, se dieron luchas por el poder, ¿por qué iba a ser diferente?”, expresó la especialista en una de sus participaciones llevadas a cabo en el Museo Nacional de Antropología.

Después de indagar lo asentado en crónicas, códices y otros documentos de la época, fuentes que ha localizado principalmente en los archivos Casa de Alba, en la capital española, así como en el General de la Nación (Ciudad de México) y General de Indias (Sevilla), María Castañeda trazó una línea, no siempre recta, del linaje que comenzó Acamapichtli, en 1325, como primer tlatoani de Tenochtitlan.

Los cuauhtlatoque

La conquista de la ciudad, consumada el 13 de agosto de 1521, dio paso a un periodo de desorden, propiciando el ingreso de los cuauhtlatoque en el gobierno. El propio Hernán Cortés nombró en 1525 como primer gobernador a Juan Velázquez Tlacotzin, quien duraría sólo un año en el cargo; a éste le sucederían Andrés de Tapia Motelchiuhtzin (1525-1531) y Pablo Xochiquetzin (1531-1536).

De acuerdo con María Castañeda, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, en los años siguientes a la Conquista sobrevino un intenso debate sobre la naturaleza del indígena y cuál sería su estatus en el nuevo orden.

“Carlos V estaba preocupado, no quería que en sus colonias se repitiera aquello que sus abuelos, los Reyes Católicos, lograron frenar en España: los señoríos feudales. Si bien es cierto que como monarca apoyó la Conquista, Carlos V tenía una formación humanista, quiso otorgarles derechos a los indígenas, no quería que fueran esclavos.

“El monarca intentó acotar el terreno a Hernán Cortés y su tropa. Con el envío de virreyes, Carlos V pretendió establecer control para frenar ya no sólo la ambición de los conquistadores, sino también la de los miembros de la Primera Audiencia”.

En opinión de María Castañeda —cuya pasión por el mundo mexica despertó a los 13 años en una clase de historia sobre esta cultura—, el rey reconoció tempranamente la compleja estructura social del centro de México y su organización. Hizo lo posible por reconocer la nobleza de los señores autóctonos, algunos de sus derechos y privilegios. “Carlos V observó que el papel de los nobles era fundamental para mantener el orden”.

El retorno de la nobleza tenochca

Con un proceder muy político, esperando a que falleciera cada uno de los cuauhtlatoque, el virrey Antonio de Mendoza se encargó de restituir a la nobleza tradicional: en Tenochtitlan y en Azcapotzalco Mexicapan colocó a Alonso Tezozómoc; en Tlatelolco, a Diego de Mendoza y en Tlacopan restableció el linaje de Totoquihuatzin”.

En 1539, don Diego Panitzin, nieto del tlatoani Axayácatl, se convirtió en el primer gobernador de Tenochtitlan tras la Conquista. No obstante, el favorito de los españoles era Martín Moctezuma, casado con una dama de la corte y también nieto de Axayácatl, pero fue envenenado tras retornar de uno de sus varios viajes a España.

Uno de los patrones novedosos que María Castañeda infirió de sus indagaciones sobre el sistema de sucesión imperante en la Colonia es la imposición de un modelo hereditario colateral, único en Mesoamérica. “Se suceden los hermanos y parece que primero gobierna el menor, luego el mediano y después el mayor. A continuación gobernarían los hijos del hermano menor”, señaló.

Don Diego Tehuetzquitizin, nieto de Tízoc, y don Juan Coatlhuitzilihuitl, nieto de Ahuízotl, gobernarían Tenochtitlan respectivamente en sucesión de Panitzin. Entre 1554 y 1562, el mando retornaría al linaje de Axayácatl con el nombramiento como gobernador de Cristóbal de Guzmán Cecetzin, hijo de Panitzin y Francisca Moctezuma.

Entre 1563 y 1565, vendría don Luis de Santa María Cipac, descendiente de Ahuízotl. Con él acabaría el gobierno de la nobleza tenochca sobre su antigua ciudad. Para 1566 un fuerte candidato a mantener esta gobernanza fue don Pedro Dionisio, descendiente de Tízoc; pero un posible caso de incesto truncó sus ambiciones políticas.

Documentos como los Anales de Juan Bautista y la propia Genealogía de Don Pedro Dionisio (donde un par de mujeres aparecen de espaldas a él y no de frente, como señala la convención pictográfica cuando se alude a la esposa legítima) llevan a inferir a la historiadora que el personaje sostuvo una relación con su madrastra y su hermanastra.

“El gobierno de la nobleza indígena de Tenochtitlan finaliza, según cronistas, por un asunto de incesto relacionado con don Pedro Dionisio. Él siguió metido en el cabildo indígena o como alcalde, pero nunca llegó a convertirse en gobernador.

“Parecía que los nobles mexicas continuaban con los modelos prehispánicos, aunque este patrón de funcionamiento ya no tenía validez. Los indígenas ya estaban entre dos mundos y, cuando les interesaba, utilizaban las leyes españolas para quitar a alguien de en medio. Eso es lo que, al parecer, está pasando”.

Jueces gobernadores

A partir de entonces inició el mandato en la ciudad por parte de jueces gobernadores, muy importantes para las autoridades coloniales; a través de ellos se restó autoridad a los gobernadores indígenas, entre ellos Francisco Jiménez, Antonio Valeriano, Juan Martín, Jerónimo López, Juan Bautista y Antonio Valeriano “El Joven”, abundó la historiadora.

“El virrey Mendoza fue muy astuto, hizo lo necesario para preparar a los nobles indígenas en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Los jueces gobernadores ahí formados son los que las autoridades españolas usarán para romper con el poder y el clientelismo que los señores autóctonos tenían en sus respectivos pueblos”.

El ascenso de Felipe II al trono representó otro duro golpe para la nobleza indígena. La asfixiante situación económica de España, producto de las guerras, conllevó a restar prerrogativas a la nobleza indígena e imponerle el pago de tributo. “Todo esto marcaría un declive de la nobleza en la segunda mitad del siglo XVI”, concluyó la experta.

 

 

 

Información de: inah.gob
Imagen de: inah.gob

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