A últimos años, después de investigaciones se ha determinado que la energía extraída del carbón se ha relacionado con el calentamiento global y la contaminación a nivel mundial. Se ha estimado de hecho, que el carbón contribuye al 25 % de los gases de efecto invernadero.
El uso de carbón ha afectado negativamente al ambiente, durante su extracción hasta su combustión, lo que ha ocasionado altos niveles de contaminación. Fue en 2017, en un informe sobre el clima elaborado por un organismo de las Naciones Unidas especializado en meteorología, que se señaló que los niveles de dióxido de carbono aumentaron drásticamente con respecto a 2016.
Históricamente, en todo el planeta, la minería del carbón contribuyó a la revolución industrial y determinó grandes avances para la sociedad en general. Pero es un hecho que desde entonces se han cerrado muchas minas en el Reino Unido y en Europa.
En Gran Bretaña, el cierre trajo consigo una época de dificultades económicas y desempleo en muchas comunidades, como se vio en las huelgas de mineros de los años 70 y 80.
La mayoría de las minas de carbón abandonadas producen metano —denominado metano de las minas de carbón, que puede ser una fuente de energía limpia. Este gas sirve para producir electricidad a través de motores de gas o, sometido a un tratamiento técnico, alimentar la red de distribución de gas. Sin embargo, con el tiempo, las minas empiezan a llenarse de agua debido a lluvias e inundaciones y el metano desaparece casi por completo.
Entidades energéticas de Europa trabajan para desarrollar tecnología que permita aprovechar esta energía mientras se combate al Calentamiento Global, no obstante la transición energética a fuentes limpias y renovables permanece aún a la espera de que se desplacen las fuentes que más han contaminado al planeta.