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Lunes, 18 Enero 2016 14:25

No todo el que se va regresa, ni el que llega permanece

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He aprendido que en esta vida nada permanece: todos somos breves pasajeros de un mundo que en ocasiones, se lleva lo que más queremos. He aprendido también a irme y a dejar ir, a no aferrarme a lo que  duele, y hacer del cariño y del amor auténtico, mi prioridad.

Todos hemos aprendido que en ocasiones, la vida, duele. Y es dolorosa porque nos obliga a experimentar cambios que no esperábamos, a romper vínculos, a perder personas y probar el sabor de la tristeza en todos sus matices, y a entender también, que a veces, ser fuerte implica conocer nuestras debilidades.

Lo único que de verdad permanece en esta vida son las emociones: el amor, ése que se llevarán tus seres queridos cuando te dejen, o ese que aún a día de hoy, conservas en tu memoria de quien habitó por primera vez en tu corazón.

El amor que es auténtico es el que de verdad perdura y nos enriquece. Hablamos de ese cariño sincero entre padres e hijos, entre hermanos, y por qué no, el amor que sentimos por alguien que a pesar de no ser ya nuestra pareja, conservamos en lo más hondo de nuestra memoria como un grato recuerdo.

Las emociones positivas son las que nos edifican, la que nos construyen por dentro y nos dan fuerza, aliento y refugios. Amar es vivir, es expandirnos y es aprender. No obstante, la rueda de la vida nunca se detiene, y quien se va es posible que nunca regrese. Y el que llega, puede que no permanezca. Es necesario aprender a superar las perdidas en cada una de sus expresiones.

Aquello que amaste siempre permanece

A lo largo de nuestro ciclo vital deberíamos tener como propósito el avanzar siempre con la mochila ligera de rencores, odios y frustraciones, y almacenar únicamente emociones positivas: gratos recuerdos, experiencia vivida, ilusiones, humildad y el amor en cada una de sus formas.

Toda pérdida, sea como sea, supone tener que experimentar y afrontar un duelo. Puede que hayamos perdido a un ser querido, o puede también que nuestra relación afectiva se haya terminado. Sea cual sea el origen, al final de ese proceso de sanación interior, es conveniente que siempre quede en nosotros emociones positivas.

El amor como clave de sanación interior

Pongamos un ejemplo; alguien llega de improviso a nuestra vida, nos la cambia, nos hace sentir la autenticidad del amor, la pasión y la más sentida complicidad. No obstante, ese amor no permanece. Por las razones que sean, se termina.

-Lo más probable es que tras la ruptura de ese vínculo lo que sintamos primero es rabia, luego tristeza, desconsuelo y es posible que ese cúmulo de sentimientos desemboque en frustración.

-Toda emoción negativa va a ocasionar cambios muy profundos en nuestro carácter y equilibrio personal. Nos hará ser más desconfiados e inseguros. Y es posible que llegues a pensar que es mejor no amar para no sufrir.

Entiende, que si le cierras la puerta a tu corazón por algo que no permaneció, de algún modo te estás negando a vivir. El rencor nos hará esclavos del pasado y nos impedirá avanzar en nuestro presente.

La clave de todo esto reside en saber afrontar la pérdida, aceptarla y quedarnos con todo lo experimentado, con todo lo vivido. Quédate con el amor sentido y los buenos momentos, quédate con ese buen capítulo y permite que las heridas sanen como deben para permitirte ser feliz de nuevo.

Lo que se pierde permanece en nuestro corazón

Tenemos claro que a lo largo de nuestro proceso de duelo, es necesario conservar los buenos momentos. Hacer del amor vivido ese viento tibio que debe arroparnos en los instantes de frío y desconsuelo. Ahora, vale la pena recordar que todo lo que perdemos físicamente, sigue habitando en nuestro corazón.

La vida nos enseña que por muy fuerte que abracemos a una persona, es imposible mantenerla a nuestro lado para siempre, a veces, incluso la propia vida se encapricha de ellas y nos las roba sin que entendamos muy bien por qué.

No es fácil llegar a aceptar una pérdida, que quien una vez estuvo con nosotros se ha ido para siempre, que quien ha regresado quiere ahora volverse a ir. La vida es también afrontar las despedidas, y no todas, lamentablemente, pueden hacerse en una estación de tren con un penúltimo abrazo.

-Es necesario asumir la no permanencia de las cosas y aprender a valorar el momento, el aquí y ahora con la máxima plenitud posible.

-Quien ya no está a tu lado, sin lugar a dudas te hizo un gran regalo con su compañía, con su cariño, con esos pasos caminados en conjunto, con tantos momentos compartidos. Todo ello, es un legado que conservar en tu memoria y en tu corazón con una sonrisa plácida.

Tu corazón y tu memoria tienen un límite insospechado para guardar en él grandes cantidades de cariño vivido y amor experimentado. Es el tesoro de la vida, ese que debemos cultivar cada día, ese que nos acompañará cuando quien más queremos, ya no esté a nuestro lado.

Información:lamenteesmaravillosa.com

Imagen: www.literato.es

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