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Lunes, 19 Octubre 2015 16:26

La mujer, sus emociones y el cáncer de mama

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Hablar de cáncer, específicamente de cáncer de mama, es referirse a un arco iris de emociones y de los sentimientos más profundos de una mujer, es recorrer su historia, mirar su feminidad, enamorarse de su maternidad, percibir su sensualidad, tocar su sensibilidad; por todo ello es que se desbordan tantas emociones, y sabemos que no es el cáncer en sí, es todo lo que implica y tienen alrededor “nuestros senos”, esta parte del cuerpo que simboliza feminidad, sensualidad, sexualidad, maternidad, vida……….y no alcanzo a ver, o no quiero ver que mi figura va a cambiar, o ya cambió, que frente al espejo voy a ser o ya soy otra.

No vamos a entrar a definiciones, nos vamos a ocupar de lo que me significan, el cómo las vivo, el cómo las siento.

Es importante comentar que las emociones no son buenas ni malas, simplemente son mecanismos indispensables para el vivir, y lo que necesito es aprender a reconocerlas para darles una salida sana.

¿Qué pasa con los sentimientos y las emociones que vive una mujer cuando le es diagnosticado cáncer de mama? sí, son diversas y se presentan en diferentes etapas, es decir:

Al inicio, cuando se nos dice “el resultado de su biopsia salió positivo, usted tiene cáncer”, la primera reacción es de shock, es una perturbación mental en la que oímos pero no entendemos, esta etapa la identificamos como “crisis”, es ese desorden mental-emocional que no alcanzo a definir qué es lo que está pasando, ya que de inmediato se desata un mecanismo de defensa que no quiere escuchar eso que me están diciendo y así comienzan a aparecer diversos pensamientos, el primero es la negación: “no puede ser, esto no me puede estar pasando a mi, quizá se equivocaron con los estudios, voy a pedir otra opinión”, etc. En esta primera etapa lo que más aparece es la confusión, “Qué voy hacer, me voy a morir, mis hijos, mi esposo, mi familia, mi trabajo, mi cuerpo, me van a mutilar, mi pelo, y tantos otros cuestionamientos a los que no les encontramos respuesta.

Aquí, ante esta tremenda sacudida, necesito armarme de valor para no fugarme de la realidad y aceptarla; es por ello que necesito que me contengan, que me contengan en todos aspectos, que mi médico me informe de los avances de la ciencia, de todas las posibilidades que sí tengo, que me dé información acerca de la enfermedad en sí, de cómo actúan los tratamientos (cirugía, quimioterapia, radioterapia, hormonoterapia), ya que si conozca más me voy a quitar la angustia que da el desconocimiento de algo, y al mismo tiempo todas estas opciones me abren la posibilidad de saber que tengo esperanza, la esperanza de seguir viviendo.

De mi familia necesito su apoyo, su amor, su comprensión, su fortaleza, su fe, el saber que están a mi lado.

Y de mí misma necesito fortaleza, valor, y mi fe para aceptar la enfermedad, pero sobre todo necesito sentir amor por mí misma para transformar el dolor en fuerza para combatir la enfermedad y ver los tratamientos como esperanza de vida y no como un tormento que puede llegar a vivirse como un infierno.

Así, con toda esta contención voy a liberar la angustia.

Físicamente cuando siento angustia me encorvo, mi pecho se angosta, lo que limita que jale el suficiente aire para liberarme, ya que mi respiración se acorta y lo que necesito es volver a inhalar profundamente para sentir la expansión de mi pecho, lo que me va ayudar a abrirme a despertar mi valentía y ver el abanico de opciones que sí tengo y a darme cuenta que yo no soy un seno, que yo no soy una mama, o un pecho, soy mucho, mucho más allá que una enfermedad, que un símbolo físico de mi género, y así poder ver ese rayo de luz que me dé esperanza, la esperanza de seguir viviendo, la fe de decir sí a la vida, pese a lo que la vida misma hoy me está planteando.

Cómo vivo las emociones en este proceso y cómo puedo aprender a liberarlas.

Una vez que salgo del “shock” y la realidad me ubica a que debo responder ante las circunstancias que estoy viviendo, aparece una segunda etapa de emociones como lo son el miedo, el enojo, la vergüenza, la tristeza, la culpa, no hay un orden o una forma “correcta” para sentirse; todas las emociones y los sentimientos son válidos, lo importante es que aprendamos a identificarlas, a reconocerlas, ponerles nombre, ya que cuando reconozco eso que siento, puedo ser capaz de acompañarlo para saber qué quiere, qué necesita para ser atendido y ponerme en acción para liberarlo.

El abrirme a sentir y a vivir mis emociones, el darme permiso de llorar, gritar, irritarme, sentirme triste, hará que mi proceso sea menos traumatizante.

Sería como el volver a restaurar una obra de arte que se colapsó, pero que sé que con valentía, esperanza, amor y fe puedo ir limpiando y puliendo las piezas dañadas para integrarlas y unificarlas. Será parte del camino que deba andar para volver a mi centro y tener la claridad para darle la justa dimensión a la enfermedad y tener la mejor de las actitudes para enfrentarla.

Adentrémonos a hablar de esto que siento, de esto que me mueve

El miedo, es esa sensación de angustia que me indica estar amenazada.

El miedo altera el cuerpo y la mente, físicamente me puede paralizar, puedo sentir el acelere del latir del corazón, se altera la respiración, etc.

Este cuadro puede hacer que aumente aún más mi temor y, como consecuencia, distorsionar los pensamientos y volar hasta la fatalidad

Es por ello que comentamos al inicio la importancia de proporcionar mayor información a la paciente, ya que tener información distorsionada acerca del cáncer y las consecuencias del tratamiento oncológico acrecienta el miedo y la angustia.

Si de por sí ya sabemos que enfrentaremos tratamientos agresivos, el propio desconocimiento los hace verse satanizados. Ante esta emoción la mente juega un papel preponderante, ya que si aprendo a aquietarla, a ubicarla en la realidad puede desbordarse con cualquier número de fantasías, en su mayoría catastróficas, de verdadero terror.

Sí yo no aprendo a controlar ese miedo, y controlar no es reprimir, puede convertirse en pánico y éste puede llegar a ser un feroz enemigo.

Mientras menos dudas tenga la paciente respecto al cáncer, el miedo disminuirá, por lo que sus niveles de angustia igualmente irán a la baja, por consiguiente los pensamientos podrán tener un ancla real, lo que permitirá tomar conciencia de que el tratamiento es un aliado para tener esperanza de vida.

Yo como enferma necesito contrarrestar este miedo y hacerme responsable de la parte que a mí me toca como paciente, y lo primero será aceptar la enfermedad, tomar conciencia del grado de ésta, depositar mi confianza en la ciencia y en mi médico, pero sobre todo mi fe por la vida y en Dios.

Recordemos que las emociones no son buenas ni malas, sólo cumplen su función, sentir miedo es como tener un semáforo interno que nos envía una señal de alerta ara ponernos en acción.

Cómo puedo liberar ese miedo:

Primeramente, reconociéndolo, aceptar que mi miedo es legítimo porque me estoy enfrentando a algo que desconozco, a algo que quizá puede ser mortal.

La aliada física más importante que voy a tener va ser mi respiración, que voy aprender a profundizarla, a sentirla, a acompañarla, para que esa angustia que detona el miedo, no me “angoste”, no me encoja. Necesito aprender a expandir el pecho, los pectorales para sentir mi fuerza, mi energía, mi seguridad, sentirme erguida para percibir la valentía, el saber que puedo, y de ahí manifestar la mejor de las actitudes para vivir la enfermedad.

Porque tengo que admitir que me guste o no me guste, quiera o no quiera, acepte o no acepte, el diagnóstico está, “tengo cáncer de mama”.

La respiración me va permitir aquietarme, a regalarme unos minutos de paz, de tener silencio para establecer un diálogo interno sin juzgarme. La respiración va relajar mi vida.

El pensamiento juega un papel importantísimo ante esta emoción, ya que puede desbordarse y crear escenas de pánico, el pensamiento es capaz de crear algo aún sin manifestarse la emoción.

El control de mis pensamientos me va ayudar a eliminar las imágenes negativas y lo voy a nutrir trabajando con pensamientos e imágenes positivas.

Esta maraña mental y este agujero físico que siento, los voy a liberar a través de diferentes técnicas, como son el grito, la fuerza física, ejercicio, respiración, meditación, y por supuesto soltar el llanto, este drenador natural que tenemos los seres humanos.

Todo esto me va ayudar para aprender a sentir calma, a escucharme, a establecer un canal de comunicación entre la mente y lo que mi cuerpo siente.

Si aprendo a relajarme, a aquietar la mente y el cuerpo voy a disminuir la carga del estrés y esto va ser un valioso sostén para sentirme mejor.

La ira:

Es esa energía que hace que se suba la temperatura en mi cuerpo, que me enciende, por eso en ocasiones se reacciona con agresión, con violencia.

La ira se manifiesta cuando alguien nos ha quitado algo, en este caso la salud, el haberla perdido es sentirme fuera del juego, el que me hayan aventado abruptamente del camino que ya tenía trazado, y eso me frustra, me enoja, me enciende.

La ira me informa que hay un obstáculo que se está interponiendo para el logro de mis objetivos, y ese obstáculo hoy le puedo dar un nombre: “cáncer”. Esto que me hizo frenar súbitamente, detuve toda la marcha, toda la maquinaria, es una barrera no contemplado en mi andar, y por supuesto que me crea enojo, ira, rabia conmigo, con la vida, con el cielo, con el entorno, me sacó de la jugada, así sin avisarme me arrebató mis planes.

Cómo puedo liberar la ira:

Es una emoción que genera grandes cantidades de energía, por eso es indispensable descargarla, filtrarla para que nuestro cuerpo no acumule esa adrenalina que lo puede intoxicar aún más.

A la ira hay que reconocerla, sacudirla, esa energía me exige movilizarme y eso debo hacer.

Respirar profundamente un par de veces, pero sacar el aire mediante una exhalación por la boca y con un grito.

Si tengo oportunidad, salirme a correr o a caminar a un paso rápido que sacuda esa adrenalina, que la elimine por el sudor, con el cansancio, con el grito, con el llanto.

Cuando se relaje el cuerpo, se aquietará la mente y así nuevamente se podrá recuperar la paz interna.

La vergüenza

Es entenderla desde la coquetería de la mujer, de mirar parte de los símbolos femeninos como son los senos, el cabello y todo lo que representa su imagen.

El darme cuenta que mi fisonomía está cambiando, o ya cambió, el verme pelona, quizá sin cejas, sin pestañas, mirarme al espejo, tocarme y ver la rudeza de la transformación de mi cuerpo.

La vergüenza la puedo vivir desde el sentir pena ó incomodidad por esas miradas, a veces con morbo, a veces con curiosidad, del que quieran ver a través de mi gorro, o mi mascada si es que estoy pelona, o que se me note el tener una sola mama o el tener una chica y otra grande.

O puedo llegar a percibir lástima, porque comienzan a “pobretearme”, a verme con ojos tristes o con lágrimas, y con ello me siento vulnerable, indefensa.

Y tampoco es fácil ocultar la vergüenza que se vive cuando algunas veces se presenta el vómito, o la náusea que me hace huir, correr de con quien esté, o dejar de hacer lo que esté haciendo.

En un inicio también surge “incomodidad” cuando me toca revisión médica y tengo que desnudar el pecho y más si está mutilado.

Hay veces que esta incomodidad se presenta cuando debo descubrirme diario para entrar a la bomba de cobalto en el tratamiento de radioterapia, a veces una mujer, a veces un técnico a veces otro, y a veces otro. Y esto es parte de lo que vive una mujer con cáncer de mama.

Ante este sentimiento no puedo dejar de comentar la vergüenza que siento al volver a tener contacto con la pareja, el que me vuelva a ver desnuda, en el que estemos frente a frente con un cuerpo diferente, el no saber si él me quiera tocar o si yo estoy lista para sentir sus caricias.

También se llega a vivir una vergüenza muy escondida que al mismo tiempo encierra un sentimiento de “culpa”, cuando escuchas o sabes que el cáncer tiene que ver con sentimientos de rencor, resentimientos, el no perdonar y esto es fuerte, muy fuerte, porque sabes que necesitas ver hacia dentro de ti para que en tu intimidad descubras “qué fue lo que me llevó a este cáncer”.

A la vergüenza cómo la libero:

Aceptándome, con mi trabajo consciente de que sí, efectivamente mi físico está sufriendo cambios, deterioros, pero con la firmeza de que sé que todo esto es temporal, pase lo que pase es temporal.

El confirmarme y afirmarme que yo no soy un pecho, o una linda cabellera. Yo Soy un ser integral cuerpo-mente espíritu, y no solo una parte física.

Hacer uso de todo tu optimismo, de tu sentido del humor, y aprender a tomar decisiones prácticas: Si el cabello comienza a caerse, pues a ser realista: me rapo y me compro pelucas, turbantes, mascadas, sombreros, toda la coquetería que me haga sentir bien, bonita, sin pena, que me suba la autoestima.

Si la ceja se me cae, me la pinto. Si las pestañas, pues me pongo unas postizas.

Se trata de darme cuenta que si no tengo algo, sí puedo tener otra cosa, sustituir, tener la astucia de sustituir lo que esté en mis manos, abrirme a otras opciones, a probar, a girar la mirada hacia lo que sí puedo hacer para verme mejor y por ende sentirme mejor.

Y trabajar mucho con mi sentido del humor, despertarlo.

Sacar mi sabio optimismo.

Un coraje bien dirigido puede ayudarnos a superar la vergüenza, ya que a través de esta energía puedo proteger la autoestima y la necesidad de ser tratada digna y respetuosamente.

Y una vez que esté lista, tener el valor para comenzar a trabajar con mi autoconocimiento.

La tristeza

Es la emoción que se manifiesta cuando hay sufrimiento por una pérdida, imaginemos todas las pérdidas que se describieron antes, para que ubiquemos el nivel de tristeza que puede tener una mujer con cáncer de mama.

La tristeza es una emoción que tendemos a negar, porque nos lleva al llanto y no nos gusta que nos vean llorar.

Sin embargo, es importante realizar las acciones a la que nos conduce la tristeza que es el recogernos, hacer silencio, llorar.

Hay que aprender a sentir y a vivir la tristeza para poder soltarla, si la ignoro puede generar más dolor y hacer el sufrimiento más duradero. Si me doy permiso para sentir el dolor y llorar, si lo permito, dejaré que cumpla su misión y se vaya, ninguna emoción es eterna.

La tristeza puede ser una aliada para conocernos más, a hacer silencio a acompañarnos, a hacer reflexión para comprender y poder aprender de esto que me está sucediendo.

Debido a que la tristeza trae consigo un conjunto de síntomas como abandono, soledad, desesperanza, entre otros, juegan un papel vital los seres queridos de la enferma, como lo es la familia, amigos, médicos, etc.

El saber que se tiene una enfermedad grave, como lo es el cáncer de mama, la paciente experimenta una tristeza depresiva; sin embargo bien llevada, permitiendo, viviendo y superando las fases del duelo, esta tristeza se puede trascender y permitir a la persona hacerse más humana.

Es importante mantener una actitud sana que nos permita no sucumbir en una profunda tristeza, ya que ésta se puede desviar hacia una depresión, y la combinación de depresión-cáncer no es nada nutriente.

Cómo puedo ayudar a la tristeza a que salga:

Escuchándola, recogiéndome, llorando, haciendo un alto para irme para adentro de mí, hacer silencio, entrar en contacto con lo que estoy sintiendo, pero no quedarme ahí, necesito moverme, a la tristeza necesito sacudirla y ¿cómo lo logro? Esforzándome, activando mi voluntad, aferrándome de mi fe y de las ganar de vivir para salir del letargo.

Para curar la tristeza necesito abrirme completamente y dejarme consolar.

Buscando buenas compañías, abrirme a sentir el cariño de mis seres queridos. Provocarme la risa, acercándome a historias que pese a la gravedad de la enfermedad han dicho sí a la vida.

Modificar hábitos que me hagan moverme, caminar más, si puedo hacer ejercicio yoga, natación, ejercicios aeróbicos que me lleven a expandir el pecho y abrirme a la alegría. Y abrirme a la esperanza que es el sentimiento que siempre podrá vencer a la tristeza.

Como hemos visto, las emociones activan cuerpo y mente, lo que necesitamos es reconocerlas, aprender a escucharlas para saber qué es lo que nos están pidiendo y ponernos en acción para liberarlas sanamente.

Recuerda que las emociones no son buenas, ni malas, son mecanismos de supervivencia, que pueden llevarnos a la trascendencia, al dar, al servir, o bien pueden ser feroces enemigas y llegar a destruirnos.

Las emociones no son eternas, vienen, cumplen su misión y se van. Para esa salida sana nos podremos ayudar mediante la respiración, el silencio, la meditación, la oración, entrar en comunicación con nuestra esencia, con ese SER con el que sé que todo lo puede.

“Las circunstancias no me determinan,

soy yo quien determino si me someto a ellas o las desafío”

Víktor Frankl

Información:logoforo.com

Imagen: fundacionlateta.blogspot.com

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