Vaya polémica se registró en el marco conmemorativo del 211 aniversario del inicio de independencia de nuestro país y para eso, nuestro presidente López Obrador se pintó solo.

Aprovechando recursos públicos de todos los mexicanos, López tuvo la idea de invitar a nuestra fiesta nacional al representante de un gobierno que por 62 años no ha permitido elecciones libres, mucho menos un pensamiento critico, menos una vida digna para los cubanos, todo lo contrario, represión, persecución, miseria, hambre y muerte: el Presidente Miguel Ángel Díaz-Canel Bermúdez.

En este contexto, es necesario señalar el gris papel de la oposición en nuestro país, pues baila al son que le toca la izquierda conservadora y por ello me desvío un breve párrafo para acotar la actuación de los que en el papel deberían marcar la agenda pública.

Vea usted amable lector, una vez más la oposición mordió el anzuelo pues entró en cólera con la presencia del dictador que ha sumergido a Cuba en la miseria. A tuitazos y post de Facebook expresaron su repudio, nada serio, pues de haber querido, se hubieran organizado marchas, exigencias y manifestaciones de rechazo ante la presencia del representante del castrismo llamando la atención de medios internacionales, pero la historia ya la sabemos, fueron los activistas y críticos del gobierno los que tuvieron más eco.

Regresando al impresentable invitado Díaz-Canel que en el mes de julio 2021 llamó a “todos los comunistas” de la isla a salir a las calles para combatir a los manifestantes cubanos que gritaron basta a la dictadura Castrista, llama la atención el destinatario de los mensajes pronunciados por el dictador y por el admirador del dictador.

Y es que insisto, el dictador (Díaz-Canel) rodeado de militares vino a dirigir un mensaje para intentar enseñarnos democracia, paz social y progreso, mientras que el admirador del dictador (López) demandó al gobierno de los Estados Unidos a levantar el presunto bloqueo comercial.

La opinión pública podrá debatir si es un bloqueo comercial o un embargo ante la inoperancia del gobierno castrista, pero Andrés Manuel López sabe que en tanto se discute y polemiza, las fiestas de independencia eran el marco perfecto para tomar el liderazgo de los países bajo el yugo castrista como Venezuela, Cuba, Argentina, Bolivia y el más reciente gobierno de Perú bajo el mando de Pedro Castillo.

López Obrador sabía que la demanda pública a la vecina nación del norte no funciona con discursos, que el presunto levantamiento comercial a la isla no se negocia así, él sabe que tiene mecanismos para poder solicitar distintas medidas con el gobierno de Joe Biden, sin embargo, el discurso pronunciado no era para el gobierno de las barras y las estrellas, sino para los países cuyos gobiernos populistas simpatizan con el castrismo.

Pese a que López un día sí y otro también vocifera que su gobierno no se entromete en la política exterior, esta ocasión volvió a entrometerse en las políticas exteriores de Estados Unidos, pero esta ocasión – en mi análisis – no fue para llamar la atención de los norteamericanos, sino para hacerse del liderazgo que alguna vez tuvo Fidel Castro y Hugo Chávez en Latinoamérica.

Un discurso que sólo aplaudirían personajes limitados como Nicolás Maduro en Venezuela, Alberto Fernández en Argentina, Pedro Castillo en Perú o Luis Arce en Bolivia.

Ya veremos si permeó el discurso o no.

Al tiempo.