Para conseguir este objetivo será necesario realizar cambios radicales en nuestras dietas y partir de dos objetivos básicos: establecer dietas saludables y lograr una producción sostenible de alimentos.
Las dietas saludables se han de basar fundamentalmente en el consumo de una amplia variedad “de alimentos de origen vegetal, bajas cantidades de alimentos de origen animal, que contengan grasas insaturadas en lugar de saturadas, y cantidades limitadas de granos refinados, alimentos altamente procesados y azúcares añadidos”, según un informe presentado por la comisión EAT-Lancet en Nueva York
Esta drástica conversión implica un incremento de más del doble del consumo de frutas, verduras, legumbres, nueces y semillas, y una disminución superior al 50% del consumo de carne roja y azucares añadidos a nivel global, especialmente en los países con más recursos.
Ante las dificultades de alcanzar esta transformación alimentaria, la Comisión destacó la necesidad de llevar a cabo acciones en un reducido espacio de tiempo.
“Se requiere trabajo duro, voluntad política y recursos suficientes… Los datos son suficientes y lo suficientemente sólidos como para justificar una acción inmediata”, señala la Comisión
Para ello propuso una serie de estrategias que incluyen buscar un compromiso nacional e internacional que sirva para virar hacia dietas saludables, reorientar la producción agrícola focalizándola en la elaboración de más alimentos saludables en vez de obtener grandes cantidades de víveres y reducir como mínimo un 50% el desperdicio y la pérdida de alimentos.
“Unas prácticas agrícolas más eficientes en tierras ya reconvertidas nos permitirán llegar hasta allí, reducir el impactante 30% de desperdicio o pérdida de los alimentos en el sistema alimentario nos dará aún más, pero al final todo se reduce a la carne. Disminuir drásticamente la producción de carne será esencial para alcanzar el objetivo de la estrategia “Media Tierra””.
Con información de Prensa ONU